Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 102 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier fugazmente por la estatuilla chinesca. “La verdad es que Recaredo nunca tomó demasiado en serio su adoración por la emperatriz y sus zalemas ante ella eran más bien “cosa de risa” 80 . Distinta es la observación de Gabriela Mora sobre el final del cuento: “el último sintagma del texto es ambiguo y objeto de encontradas lecturas. Ese mirlo que se muere de risa al presenciar la reconciliación de la pareja, puede estar afirmando un ‘final feliz’, o ser predicción irónica, insinuadora de ocurrencias negativas en el futuro como la reincidencia de los celos y la ruptura del idilio” 81 . Por su lado, Carola Brantome encuentra “una propuesta muy buena para ser adaptada al teatro. La escenografía descrita, la acción, los escenarios y el mirlo. La presencia de este en todo la historia es encantadora” 82 . “La muerte de la emperatriz de la China” fue el único cuento de Darío traducido a otro idioma –al francés– en vida del autor. Así lo destacó este en Historia de mis libros (1913). Manuel Gahisto, conocido traductor, le había solicitado permiso para publicar la traducción de ese cuento, más unas breves líneas curriculares 83 . En fin, un profundo estudioso de la obra dariana lo calificó merecidamente de joya narrativa 84 . Y cabe citar el comentario de un dariano costarricense: “La atracción por los objetos de lujo y riqueza la asumen tanto los personajes como el propio narrador, que no aprueba ni descalifica el arrebato que lleva a Suzette a destruir la estatua de porcelana […]. En el cuento, se organiza una primera conciencia del extrañamiento del artista, expresada en la oposición, no resuelta de modo completo, entre la inclinación hacia los valores vitales o la preferencia de la realidad estética como alternativa a aquella” 85 . Finalmente, en la misma línea de interpretación, una crítica estadounidense asevera que la rivalidad entre una joya humana […] de carne sonrosada y admirable busto de mujer sonriente, pálido y encantador , concebido como un duelo de opuestos –naturaleza y arte– “no se resuelve definitivamente porque el genio poético que emprendió a las dos rivales no las presenta como antagónicas sino más bien como objetos de su devoción imparcial de belleza”. Y explicita: 80 Mariano Baquero Goyanes: “El hombre y la estatua (a propósito de un cuento de Rubén Darío)”. Cuadernos Hispanoamericanos , núm. 212-213, agosto-septiembre, 1967, p. 517. 81 Gabriela Mora: “Actualización crítica de la cuentística rubendariana”. Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación , núm. 101, octubre-diciembre, 2001, p. 108. 82 Carola Brantome: “Rubén Darío entre nosotros”, introducción a 25 cuentos (Managua, Fondo Editorial CIRA, 2003, p. 11). 83 Véase el documento 149 registrado en Rubén Darío: Una historia en fragmentos de papel . Exposición celebrada en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla para conmemorar el centenario de la muerte del poeta. Madrid, Universidad Complutense, AECID, 2016, p. 115. 84 Enrique Anderson Imbert: La originalidad de Rubén Darío . Buenos Aires, Centro Editorial de América Latina, 1967, p. 50. 85 Carlos Francisco Monge: “La conciencia de extrañamiento en tres escritos de Darío”. Anales de Literatura Hispanoamericana , núm. 19, 1990, pp. 270-71 y 272.

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