Las estancias magallánicas

extenso complejo industrial de la época en Magallanes. Hay confirmación documen– tada de que antes de las del frigorífico, se iniciaron en 1906 las faenas del casco de Cerro Castillo. Un inventario practicado en junio de 1907 en esta estancia, un año después de la compra, incluye como obras ejecutadas doce construcciones de cierta envergadura, entre ellas el galpón de esquila, de 9,80 m de ancho por 62,40 de largo y tres alas de 9,90 m x 19.70 m, lo que significa una superficie cubierta de l.27Sm2, con "comodidades" para 36 máquinas esquiladoras. En Última Esperanza, al igual que en Tierra del Fuego, el dominio legal de las tierras por compra de los lotes que subastó el Fisco en 1906, fue una condición previa a la construcción de las instalaciones necesarias a su explotación (Fig. 11). Si se observa el camino que condujo a la consolidación de las estancias generadoras de los cascos mayores del distrito central magallánico, se concluye que éste fue bastante más accidentado que el que siguieron sus congéneres de Tierra del Fuego y Última Esperanza. La buena calidad de las praderas, el mayor conocimiento que se tenía de sus características naturales y su relativa accesibilidad desde Punta Arenas, llevaron a un buen número de colonos fundadores a solicitar, desde fines de la década de 1870, concesiones de tierras para dedicarlas a la ovejería. Pese a desarrollar ésta actividad, como ya se ha señalado, en condiciones primarias, carentes de cierras y otras facilidades, Andrieu en San Gregario, Reynard en Oazy Harbour, Saunder y Hamilton en Otway, Nogueira en Cabo Negro y Peckett Harbour, Manzano en Laguna Blanca, Meric en Río Verde, Montes en el Skyring, Y ounge y Fenton en Cabeza del Mar, fueron entre otros los que en buena medida iniciaron la demarcación y toponimia del sector (Fig. 12). La etapa fundacional se regularizó en 1884 con una licitación organizada por el Gobierno para entregar en arriendo por quince años un total de 552 .000 has, adjudi– cadas muchas de ellas a sus primeros ocupantes, a los que se sumaron nuevos empresarios. Wood y Waldron en Punta Delgada, José Menéndez en San Gregario, José Suárez en Tres Chorrillos, Roux y Roca en Entrevientos, Izarnótegui en Paloma– res, etc. Presumiblemente la fórmula del arriendo, utilizada también en Tierra del Fuego una década más tarde, facilitaba las decisiones a nivel de gobierno al canalizar el empuje de los estancieros regionales, sin comprometerse en una venta de propieda– des fiscales . Pero en contrapartida, el arriendo a quince y no a veinte años renovables como ocurrió en el distrito isleño, no favorecía inversiones importantes en infraestruc– tura, aunque se hubieran construido necesariamente algunas viviendas, talleres y bodegas o incluso una conservera como la observada por Child en Punta Delgada en 1891 *. Al acercarse el plazo en el que expiraban los arriendos pactados en 1884, éstos no se renovaron y se decidió en cambio vender las praderas en subasta pública. En los remates realizados con este objeto en Valparaíso entre 1903 y 1906, se adjudicaron 84 lotes con una superficie cercana a un millón de ha. En la bahía de San Gregario, José Menéndez compra en 1905 a un alto precio según su yerno Mauricio Braun, un total de 170.657 ha, incluyendo las 30.000 que arrendaba desde 1884, lo que hace *Child, Theodore, Les republiques hispano americaines, Paris, 1891 . 40

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