Las estancias magallánicas

la que existen escasos antecedentes en la abundante literatura relacionada con su fundador y planificador, el asturiano José Menéndez. No obstante, en el caso de las estancias magallánicas, es posible avanzar en la definición del marco histórico de construcción rural acotando el campo de la investigación y abordando el problema financiero. Considerando que producto de sucesivas subdivisiones de los predios originales el número en toda la región de conjuntos rurales de distinta relevancia o importancia alcanza hoy a unos trescientos establecimientos, se ha restringido el campo de investi– gación a los cascos de primera generación, materializados en varias etapas entre 1885 y 1920, que son los que se identifican sin duda con el concepto de conjuntos agroindustriales de la época. Se han observado además, por ser una expresión de aquellas a menor escala, algunas instalaciones de segunda generación formadas como producto de las primeras subdivisiones de los latifundios en la década de 1920. A lo anterior, o sea, al referente histórico cronológico, se ha agregado una hipótesis de aproximación a sus fechas de construcción, aceptando que las inversiones en costosas instalaciones se iniciaron una vez resueltos los problemas limítrofes con Argentina en 1881 y 1902, y después de concretarse un contrato de arriendo a largo plazo, veinte años o más, o bien una vez consolidado el dominio de lotes importantes de campos de pastoreo mediante su compra al Estado o a particulares. La información correspondiente a las operaciones fundiarias es muy consistente, incluyendo los distintos planos cartográficos en los que se fundamentó técnica y jurídicamente la ocupación y dominio de las tierras De la confrontación de las fechas resultantes de su análisis con los casos de los que se sabe con precisión el momento de fundación de los cascos, como los de Tierra del Fuego y Última Esperanza, se ha verificado que la hipótesis planteada tiene un buen nivel de confiabilidad. Descontando algunos casos puntuales, el Estado chileno vendió o arrendó las praderas magallánicas capaces de sustentar al ganado ovino, razón de su consiguiente explotación industrial. A primera vista, un esquema sencillo. En la práctica no fue así, originando en cambio un proceso complejo, en especial en lo que se refiere a los arriendos, debido a una conducción centralizada permeable a las inevitables interfe– rencias políticas que priorizaron los intereses económicos, sin cautelar sus componen– tes sociales y culturales. Por escasa que fuera la población rural de la Región, censada en 1920 en 5.861 personas, es significativo que hasta ese momento, salvo las visitas médicas ocasionales y de un recorrido anual del pastor anglicano residente en Punta Arenas, no hay señales de asistencia educacional, de salud, ni religiosa permanente en ninguna de las estancias, con la excepción de la presencia salesiana en la isla Dawson, pese a las dificultades de las comunicaciones para acceder a estos servicios en Punta Arenas, Porvenir o Puerto Natales. En líneas generales, ya que no es la finalidad de este trabajo entrar en sus detalles, es posible en el entramado de la adjudicación de tierras establecer ciertos momentos decisivos para la conformación de las estancias en los tres distritos naturales de Magallanes, con su consecuente repercusión en la pronta construcción de una primera fase de sus instalaciones. En Tierra del Fuego la implementación de sus infraestructuras se materializó una vez definida una política de arrendamientos a veinte años plazo renovables. Constitui- 36

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