Las estancias magallánicas

respaldar jurídicamente las concesiones de tierras por venta o arrendamiento, las praderas se subdividieron en función de meridianos y paralelos, solución original y pragmática para aplicar en un territorio desconocido para el centralizado aparato estatal. Accesible desde Punta Arenas y el Estrecho, sin obstáculos naturales importantes y amplias praderas para el desarrollo ganadero, éste se produjo inicialmente en la comarca situada al norte del Estrecho, la Patagonia oriental chilena, hasta la frontera trazada con Argentina en 1881; se extendió casi simultáneamente hacia la Tierra del Fuego y una década más tarde al área de Última Esperanza. Si se considera que la industria salitrera trabajaba a plena capacidad en el Norte Grande y que el ferrocarril avanzaba por el valle central hasta Puerto Montt, qué duda cabe sobre la trascendencia de este proceso que significó la incorporación definitiva y productiva para el país del extenso territorio magallánico, realizada en este caso con una mínima inversión fiscal. Como se desprende de los relatos de quienes transitaban por ese t erritorio con anterioridad a la formación de las estancias, en los sectores rurales magallánicos no , existían sino unas pocas construcciones, entendidas éstas como presencia estable de poblamiento, a diferencia de los tolderíos nómadas de los tehuelches y de los selknam. En los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, Sudamérica meridional fue motivo de numerosas expediciones científicas patrocinadas por los gobiernos europeos y el de los Estados Unidos*. Una de las pocas ocasiones en las que sus integrantes abandonaron los barcos para incursionar en profundidad tierras adentro fue en 1832, cuando tres botes de la Beagl.e del capitán Fitz Roy, con Charles Darwin a bordo, remontaron hacia el interior a remo y a la sirga durante varias semanas unos 250 kilómetros desde la desembocadura del río Santa Cruz, sin lograr su objetivo de alcanzar sus fuentes en los lagos cordilleranos . Tiempo después, tal como lo verificó George Chaworth Munster en un recorrido de un año y un mes, en 1869 no existía en toda la Patagonia "más población que la agrupada en sus extremos: Punta Arenas, villorrio sobre la margen del Estrecho de Magallanes y Carmen de Patagones, magro caserío situado en la desembocadura del río Negro** . Por otra parte los jinetes solitarios, o baqueanos como los llama el historiador Mateo Martinic, así como los piquetes de soldados que en busca de convictos evadidos del penal de Punta Arenas incursionaban más allá de la península de Brunswik, no necesitaban de refugios permanentes . En las primeras expediciones organizadas para el reconocimiento cada vez más sistemático de la Patagonia, como la que estuvo al mando del teniente de marina Juan Tomás Rogers, que se internó en 1877 a caballo desde Punta Arenas hasta el lago Santa Cruz en el nacimiento del río de ese nombre, no se menciona la existencia de alguna construcción a lo largo de su recorrido*** (Fig 6) . Otro marino, en est e caso el tte. de la Armada, Ramón Serrano Montaner, realizó en el verano austral de 1879 una incursión por Tierra del Fuego, sin tener dificultades *Una información detallada de estas expediciones puede encontrarse entre otras publicaciones en: Fagalde Alberto, Magallanes país del porvenir, Valparaíso, 190 l. **Braun M. Armando, Pequeña historia austral, Buenos Aires, 1971 . ***Martinic, Mateo, "Centenario de las expediciones del Teniente Juan Tomás Rogers de la Armada de Chile en la Patagonia Austral, 1877 y 1879", Anales del Instituto de la Patagonia, Punta Arenas, 1977. 32

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