Las estancias magallánicas

Éstos, en su diseño y desenvolvimiento, siguieron una suerte de patrón común según el modelo angloescocés adoptado y definido en general por un ordenamiento y jerarquización constructiva que comprendía edificios e instalaciones varias. Entre los primeros estaban los referidos a la parte propiamente productiva y a la habitabilidad -centro de las faenas-, bodegas, talleres y oficinas, y otras dependencias menores e usinas o casas de luz y fuerza motriz, almacenes, cuyas proporciones y calidad estaban en directa relación con la del correspondiente establecimiento y ésta a su vez con la dotación animal de cada estancia. La parte habitable estaba definida por la existencia de las casas patronales, que en ocasiones, de acuerdo con el tamaño de las estancias, podían llegar a ser verdaderas mansiones; enseguida por las casas ocupadas por administradores, subadministradores, capataces y empleados con familia (los menos), y los comedores de trabajadores, las cocinas y los pabellones para el alojamiento del personal permanente y transitorio e faeneros) . Las instalaciones de otro tipo comprendían básicamente baños para animales lanares, caballerizas, establos, perreras, corrales y potreros . Unas y otras construcciones y edificaciones se fueron ciñendo en el tiempo a formas arquitectónicas que incorporaron modelos noreuropeos, adaptados a las carac– terísticas propias del ambiente patagónico-fueguino, definiéndose una suerte de pa– trón que adquirió un carácter notoriamente tipificador, que alcanzaría una extensa difusión por suelo chileno y argentino (Patagonia y Tierra del Fuego), que con el correr del tiempo asumiría un valor patrimonial histórico . Funcionalmente, los establecimientos rurales -jerarquizados como cascos de estan– cias, de secciones y puestos de ovejeros desparramados por los campos-fueron centros autónomos y autosuficientes de vida y trabajo, distantes entre sí, unidos por una red básica de caminos de variada calidad, abastecidos por las casas matrices radicadas en Punta Arenas mediante un sistema de transporte y comunicaciones dependiente o contratado (vapores y goletas inicialmente hasta 1930; camiones y buses, posterior– mente), habitados en proporción abrumadora por una población masculina, por lo tanto con escasa representación de mujeres y niños, a los que el uso y la costumbre convertirían en verdaderos feudos. De tal manera, se generó un orden rural singular y único en el país (además del vigente en Aisén, copiado del estilo magallánico), que imperó sin alteraciones hasta mediados del siglo XX. 20

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