Las estancias magallánicas

do por la zona norte de la península Brunswick y la secc10n centrooriental de Magallanes, vecinas al Estrecho; luego las tierras adyacentes situadas hacia el interior hasta alcanzarse la frontera internacional, en un proceso colonizador animado por pioneros que hizo posible el dominio de esta parte del ecúmene hacia 1905. A su tiempo, en 1885, se inició la ocupación pastoril de la isla grande de Tierra del Fuego, esta vez bajo un sistema diferente al utilizado en la zona continental, vale decir, bajo la forma latifundaria y empresarial, merced a la política de otorgamiento de extensas concesiones de campos hechas por los gobiernos de Domingo Santa María (1883) y José Manuel Balmaceda (1889 y 1890), circunstancia ésta que contribuyó al rápido poblamiento y ocupación del territorio insu1~ 1Jbre.__el que, además, se desarrollaba desde 1881 una faena de lavado de arenas auríferas e2sectores de la zona noroccidental (sierra de Boquerón). El tercer distrito de los que conforman el ecúmene, el de Última Esperanza, comenzó a ser ocupado paulatinamente a partir de 1893-94, igualmente mediante la actividad criadora ovejera, completándose el dominio económico del mismo hacia la mitad de la primera década del siglo XX. Importa señalar que la actividad criadora ovejera adquirió tal dinamismo -de las 300 cabezas iniciales se llegó a más de 2.200.000 en 1918- que la misma permitió fundar y vertebrar sobre una base sólida toda la economía territorial -como sucedía por semejanza y expansión sobre el resto de la Patagonia austral y la Tierra del Fuego allende la frontera internacional-, subordinando a la misma las faenas artesanales e industriales, de navegación, de servicios bancarios, administrativos y de otro orden, y mercantiles que hicieron de Magallanes un ejemplo de prosperidad y de riqueza, afamado en el país, en una situación excepcional de hegemonía sobre todo el territorio meridional de América a uno y otro lado de la frontera internacional desde el grado 46 al sur. Importa destacar que, durante el curso de este proceso autogenerado y autososte– nido, Magallanes se incorporó a la economía mundial como una región productora de materias primas calificadas (lanas y carnes), en un sistema de dependencia comercial regido por el Reino Unido de Gran Bretaña, a la sazón a la cabeza de las potencias industriales del mundo. Sustentó y animó este significativo proceso económico el desenvolvimiento coetá– neo de un fenómeno inmigratorio europeo que alcanzó su clímax entre 1890 y 1920, otorgando características definitorias a la sociedad magallánica, diferenciándola nítida– mente de las existentes por esa época en otras provincias y regiones chilenas. El proceso de evolución económica progresista tuvo su correlato natural en la evolución social y cultural, y dio origen a un orden de cosas que, no obstante los avatares del tiempo (crisis de la primera postguerra mundial, crisis mundial de los años 1929 a 1932 y crisis de la segunda postguerra mundial), imperó durante más de tres cuartos de siglo, desde 1880 hasta sobrepasar la mitad de la vigésima centuria, definiendo un proceso que marcó de manera profunda la actitud productiva y la vida entera de Magallanes durante ese extenso período histórico. 14

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