Hacia una socioecología del bosque nativo en Chile
Socioecología del bosque nativo en Cachapoal – 49 Neo-recolectores sustentables del bosque Bajo este concepto, reconocemos preferentemente a los usuarios de leña, cortezas y hojas medicinales según normas y subsidios de la institucionalidad, CONAF como ejemplo. La regularización de la recolección de leña, pero también de cor- tezas y masa foliar, con propiedades medicinales o de amplio espectro según las nuevas normativas de las entidades encargadas del cuidado o protección social del bosque nativo, ha permitido la aparición de una nueva práctica y por lo tanto la emergencia de nuevos modos de incidir en el territorio del bosque nativo. El plan de manejo es, como su nombre lo indica, un modo de diseñar la disposición o posesión del bosque nativo, ahora en calidad de recurso, cuyo sen- tido básico es permitir formalmente su uso sustentable. Es una pauta notable, también por lo nueva, de reaprendizaje del bosque nativo. En un sentido ratifica sus antiguos usos –la leña, la corteza del quillay, la hoja de boldo, la diversidad vegetal en general– pero ahora con la introducción de una filosofía y una progra- mática, una ley externa que fija lo que se puede y lo que está prohibido de hacer. Lo mismo permite que a la vez prohíbe. Esta forma trae también su propio relato ecológico-económico, como sen- satez de la reproductividad o reversibilidad de los efectos y mantención de equi- librios vegetativos, y su instrumento o estímulo de la bonificación a los costos implicados. Es, puede decirse, la forma más racionalizada de posesión del bosque nativo, en una alianza público-privada (o comunitaria), con una teoría y un nue- vo relato también del bosque nativo, asociada a una estrategia de gestión con indicadores y compromisos verificables, así como estímulos o bonificaciones monetarias. Con todo, lo que promueve es más que lo que financia, en el sentido de apor- tar todo el relato de la sustentación de la actividad productiva con el bosque, y trae en cambio presupuesto bonificado sólo de los costos del trabajo de manten- ción; no paga en cambio lo que pudiera ser el valor comercial del producto. Di- cho de otro modo, el Estado cumple en rigor con lo que alcanza su mandato, que es asegurar bonificando los costos para que se hagan ciertas prácticas de manten- ción y no otras; y permitir que el producto de aquellas sea usado por los propios poseedores como eventual ingreso adicional. Como modelo de negocio no ter- mina por convencer y se presta entre los usuarios a algunos malentendidos. Pero, complementado con formas ganaderas de siempre o para quienes pueden auto emplearse con el bono, y considerando que no implica erogaciones adicionales por el poseedor, es “un buen negocio ”, con buen sentido . Conspira, no obstante, contra su desarrollo lo ya indicado en términos de aportes, como también el en- redoso tema de los títulos de dominio y modos de apropiación formal del cerro.
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