Hacia una socioecología del bosque nativo en Chile
46 – hacia una socioecología del bosque nativo en Chile referencia sustantiva a cada uno de los árboles y su significado productivo. En sus relatos aparecen quillayes, boldo y colliguayes –entre tantos otros–, pues cada uno dará su particular y oportuna miel. El apicultor tiene también una disposición constitucional a la posesión común del territorio, por las mismas razones del bosque nativo en general y del ganadero ya vista en particular. Ni se puede cerrar o cercar el cerro, ni separar las flores ni las abejas en su vuelo, ni el viaje de las bestias al agua, ni parcelar el cerro –ahora bosque– que es continuo, como lo son el agua, los incendios, las pestes, el aire, hasta las raíces y las ramas y la pendiente. Su conexión con el bosque nativo, articula en este caso una doble lógica: la ecológica y la poética. Esto es, como un romanticismo del buen trabajo entre flores y abejas, del hacer con sentido simbólico y al mismo tiempo con sen- tido económico, para generar ingresos monetarios ajustados cuya práctica normalmente está al borde de lo conveniente. Por eso es clave en este caso distinguir entre quienes viven de esta práctica de quienes solo la usan como complemento. También parece necesario distinguir entre quien apuesta a la producción de miel basada en la floración, de quien apuesta por producir abejas reina basado en tecnología de alimentación artificial. La apicultura de bosque nativo parece constituir entonces una vía de autoempleo parcial para algunos pobladores de cerro, o vecinos que, así como los antiguos y nuevos ganaderos, pueden enviar sus abejas al monte, más arriba de los animales , a visitar las flores y hacer recolección del polen. No es casual que vuelva a usar- se la misma manera que antes, el talaje 5 y la maquila, como formas de pago proporcional en producto, esta vez en kilos de miel por panal, respecto del uso o posesión de un sector del bosque. Pobladores tradicionales Reconocemos aquí a ocupantes convencionales del territorio en estudio, llama- dos genéricamente pobladores rurales, pero diversificados tanto por la escala –cuantitativa– y por su forma –cualitativa. La zona inferior del cerro, cuando se corta con el plano, sobre todo en las cercanías de aldeas, pueblos y aun de ciuda- des, en la vera del camino que habitualmente circunda o recorre periféricamente el valle, se utiliza como hábitat rural. Los entrevistados que se reconocen en esta condición, tienen una relación diferenciadora según sean habitantes del lugar o solo desempeñen allí alguna actividad. 5 Bengoa (2015) señala que el talaje –que remite a la parte del ingreso que se saca, o corta, para el dueño, siendo el restante para el poseedor efectivo– es uno de los vínculos contractuales más antiguos.
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