Hacia una socioecología del bosque nativo en Chile
44 – hacia una socioecología del bosque nativo en Chile de arbustos de los cerros que colindan, manteniendo una diferencia orográfica importante: los humanos a los llanos, los árboles a las serranías y los animales deambulando entre ambos escenarios. Observamos aquí un caso típico de no conceptuación explícita, ni de carac- terísticas específicas orientadas al bosque nativo, sino solo muy marginalmente concentrado como está en perseguir, trayendo y apartando bestias en los cerros. Si se conecta con el ahora bosque nativo es a través del sustrato llamado cerro, de donde extrae leña, donde sus animales consumen sus pastos y ramonean sus arbustos y árboles. Cultura antigua, ni más ni menos que la más antigua de esta sociedad, reproducida además durante más de cuatrocientos años, que pervive más o menos en los mismos términos que antaño. La tradición en este sentido es fuerte y hasta emblemática. No por casualidad los caballos de rienda son tan afa- mados desde siglos en la zona –por citar los famosos caballos cuévanos– amansa- dos por sus manos, entre Doñihue y Coltauco. Los arrieros expresan una conexión con la cultura contextual y tradición campesina del valle central, en que se jugaba ya una cierta marginalidad del bos- que nativo, ante la centralidad primero del llano –en tanto espacio expresamen- te configurado por la agricultura–, luego del cerro para los animales y solo en tercer término del monte y su leña. Se trata de una conexión muy potente si se piensa que, en los orígenes, la zona conecta con dos haciendas emblemáticas –Lo Miranda, y su pueblo de indios, ribera al frente en Copequen, y por la sonora hacienda de Cocalán y sus palmares en Las Cabras. De paso queda revelada una conexión cultural comunitaria que, aunque transformándose, mantiene su constancia y que tiene especial elegancia para la perspectiva final de la investigación: en ausencia de la comunidad-cultura ances- tral y total, como la mapuche, si existe un análogo cultural campesino del valle central con sus correspondientes filiaciones parentales y localismos que dejan sembradas muchas conexiones de red y comunidad posibles. Son más de cuatro siglos, ahí mismo, más o menos de los mismos personajes, con algunas prácticas y modos de subsistencia mismamente reproducidos hasta ahora como la de los arrieros, caballeros aun actuales de los cerros de Cachapoal. Hablamos de un conocimiento y de prácticas que conforman una pauta de gestión del lugar, de hacer territorio propio que articula notablemente una forma de disposición or- denada entre múltiples agentes particulares, sin reglas institucionales o estatales o externos de ningún tipo, de un recurso poseído en común. Cerro abierto signi- fica uso común y entonces la regla es el acuerdo y la cooperación. Se concibe así el cerro como territorio complementario con el bosque nativo, no competitivo, del cual conceptualmente ni se beneficia mucho ni lo perjudica.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=