Hacia una socioecología del bosque nativo en Chile
26 – hacia una socioecología del bosque nativo en Chile de Castro 2004b). Una pista para este abordaje nos la entregan en este texto las contribuciones de Riquelme con la noción de mawiza y de Canales et al . al in- corporar la noción de territor , esto es, la del hacedor de territorios, lo que permi- te comprender que en un mismo sitio cabe la coexistencia de una multiplicidad de territor , como ocurre en Cachapoal y en buena parte de los poblados aledaños a los bosques nativos. Entre seres humanos y seres no humanos se pasa, pues, de una relación “objetiva” a otra que es social e intersubjetiva. Esta nueva fisura en la perspectiva del sistema socioecológico invita ahora a hacerse parte de la conver- sación a la ontología política (Burman 2017). La invitación no es la de abandonar aproximaciones como las de Ostrom: no en vano el modelaje sustantivo de los procesos locales responde a lógicas supra locales que condicionan y restringen las posibilidades de mundos alterna- tivos, tal como se sugiere en referencia a El Carmen y Pinto en este texto o en Panguipulli. Elinor Ostrom dio con ciertos principios que permiten defender la idea del manejo comunitario de los bienes comunes, principio que escapan al control estatal o a su privatización en el sentido de cómo se presenta entre algunos actores de Cachapoal. Es más bien reconocer los dominios en que la so- cioecología contribuye con las herramientas necesarias a objeto de, permítase- me volver al principio, no cancelar actores y experiencias que son constitutivas de los paisajes o remanentes de un mundo no sometido al imperio del mercado, sea por su marginalidad sea por su previa devastación. En términos de Ostrom, lo que se precisa es cancelar todas aquellas acciones que amenazan con la des- trucción de los remanentes sociales asociados a la protección y regeneración del bosque nativo. Sin embargo, estamos a medio camino. Para completar esta ruta se requie- re dar un paso adicional, más arriesgado y conmovedor: aceptar al modo que Canales et al . sugieren, que vivimos en un enredo y que no hay salida sino la de trenzar los hilos hacia adelante, hilos que son de naturaleza diferente y que no cabe a ellos más que acomodarse recíprocamente para seguir existiendo. Si la voluntad es la de persistir no hay actor –humano o no– que pueda pretender que los demás cambien sin cambiar él mismo. Su seguridad en realidad depen- de de la de los demás. Ello supone dos tipos de renuncias y un reconocimiento: abandonar las ideas de posesión y sometimiento y renunciar a la verdad y el mundo propio como los únicos, y, por la otra parte, reconocer que sin los otros no hay futuro posible. Este giro moral puede parecer abstracto, pero no lo es. Los intelectuales arriba citados luchan contra la censura y la autocensura en un mundo que se llena de insultos y acciones degradantes. Las y los campesinos de las comunidades aledañas a los bosques nativos también habitan un mundo
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