Hacia una socioecología del bosque nativo en Chile

A medio camino en la reconciliación con el bosque nativo: – 19 En el curso de los últimos cuarenta años, los derroteros por los que han transita- do los estudios sociales del ambiente –categoría más bien laxa para dar cuenta de los esfuerzos en campos tan diversos como los de la sociología, la economía, la antropología, la historia y la ciencia política, por nombrar solo algunos– se han caracterizado por una contradicción que sigue presente bajo esa multiplicidad de formas: el antropocentrismo en contraposición con el eco o bio centrismo (Rozzi 1997). El dilema para los seres humanos oscila entre alinearse con los de- más seres vivos para asegurar su propia y efímera sostenibilidad, o alinearse con las demás especies para asegurar la continuidad de la vida en el planeta. En el fondo se plantea la cuestión de los comunes, de los antiguos bienes libres de la economía y a los que la población humana accedía sin mayores corta- pisas. La fábula es antigua, viene de los griegos, y plantea que, dejados a su suerte, los comunes no tardarán en ser devorados por la ambición humana. Sin embar- go, la “tragedia de los comunes” (Hardin 1968) no pasa de ser sino la tragedia de aquellas formas de producción, y particularmente del capitalismo, que vuelven a la economía contra los seres vivos (Polanyi 1985), tal como en este libro se evi- dencia en la contribución de Verdugo et al. al caracterizar la acción de los grandes propietarios en Panguipulli: “La visión del territorio, del suelo y del bosque está mediada, en este caso, por variables económicas de uso y extracción de recursos, y por la generación de rentabilidad a partir de las acciones desarrolladas” (Véase Capítulo 4). La virtud del pensamiento de Ostrom (1990, 2007, 2009) radica en haber generado un paradigma de pensamiento interdisciplinario que puso en tela de juicio los argumentos de Hardin. Los bienes comunes (o simplemente los comu- nes) puede ser gestionados de manera tal que no lesione de modo definitivo su explotación para fines humanos (Pérez 2014). Es en la gestión del recurso donde radica simultáneamente la solución al problema y el problema mismo. Ostrom aporta una razonable solución y, sin embargo, el problema persiste. En su contribución, la propuesta de Ostrom (1990), desde la economía ins- titucionalista, instala a la comunidad local en el gobierno de los comunes, pro- tegiéndoles de la acción depredadora de terceros. Su enfoque privilegia la perti- nencia de los modos de aprovisionamiento en relación a las condiciones locales. En ello radica el valor que adquiere la participación en los procesos colectivos de toma de decisión y del monitoreo de los usos autorizados de esos recursos. Se fomentan, desde esta perspectiva, los mecanismos directos de resolución de conflictos y el reconocimiento a la autodeterminación de estas comunidades, pudiéndose éstas eslabonarse con otras unidades cuando se trata de escalas supe- riores en el manejo de los comunes.

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