Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación
La opinión pública: Una semiosis social en cuestión - 93 de la comunicación política) , sino que, adquiere una contingencia donde lo nuevo, lo discontinuo y lo ancestral, debe considerar la variable epimeteía , donde cualquier conocimiento de eso real conversado como realidad, es solo “un re-conocimiento de la conciencia como flujo” operada, articulada, a través de los dispositivos que hacen, producen y reproducen, la inmanencia social, es decir, la existencia de un imaginario de la opinión pública . Queremos señalar con esto, que la experiencia vivida adquiere una dimensión a través de la formación y desarrollo socio-histórico de la opinión pública, como un suceso que se experimenta y dimensiona en los distintos planos de la vida social, por lo que no es posible entenderla como una dimensión específica sólo a lo político, sino que pertenece a toda forma de racionalidad humana, en el sentido amplio y no moderno de la razón. Porque la opinión, como forma de conversar de lo que es co- mún, corresponde a una relación entre las posibilidades de retención de los objetos temporales (aquello que nos hace sentido y entra al dominio de la comunicabilidad) como “retención/pasado” (frágiles y efímeras) y las posibilidades de “protención/fu- turo” es decir “de la rememoración” (Stiegler, 1996, pp.306-308), cuestión llevada a sus propios límites por las dispositivos actuales que internet provee como forma de búsqueda de esa memoria perdida, y de la que la dimensión expresiva de toda opinión imaginada provee. Porque en la era de la hiperprogramación , la opinión pública es un factor progra- mable, no solo por su radical importancia en los problemas que hacen a los juegos del poder y la política, sino porque conforma un sentido en la construcción social y mediatizada de la realidad. La O.P. opera como realidad, se escucha con el valor de “verdad” que adquiere la expresión poderosa de los poderosos/as. Tiene efectos va- lóricos, morales y éticos, por lo que define ciertos habitus en la contingencia propia de la vida mundana. Con las industrias de la cultura se inaugura otro tiempo de la memoria social y política con consecuencias que hacen que los objetos temporales se estabilicen en el tiempo, cuyo flujo –desde el enfoque de Stiegler– coincide con la conciencia de imagen, propia de la producción de sentido de las industrias culturales y ahora de la hiperindustria cultural. Esa “coincidencia” es reproducida a través de los medios análogos de la comunicación y su control editorial y de la información, a lo que se agrega, la desprogramación que producen los hipermedios propios de la convergen- cia de la mediatización en la red de redes: “Las industrias de programas y, más particularmente, la industria mediática de la in- formación radiotelevisada, producen en masa objetos temporales que tienen la caracte- rística de ser oídos o mirados simultáneamente por millones, a veces decenas, centenas e incluso miles de millones de `consciencias´: esta coincidencia temporal masiva domina
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