Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

92 – Opinión pública contemporánea la realidad, sea en los planos sociales y/o en su especificidad en el espacio público deliberante. Vale recordar que, el desarrollo de la noción comunicacional de “lo público” co- rresponde al paso de unas prácticas socioculturales del secreto (propios de los Es- tados absolutistas), a nuevas prácticas que irrumpen hacia concepciones ligadas a la libertad y al derecho ciudadano, donde debatir las decisiones que afectan al in- terés común permite –en una relación problemática y conflictiva– buscar ciertos acuerdos, por el bien común. La extrema formalidad en que la opinión pública se ha establecido como noción, hace que unos de los planteamientos también clásicos de la caracterización que se hace de ella, se vea actualmente como proceso orientado a una “refeudalización”, siguiendo a Sennett (Sennett, 2002, p.11), quien comenta el paralelo del declive de este espacio, con lo ocurrido en el contexto de la decadencia del Imperio Romano, donde la dimensión pública de la sociedad devino mera for- malidad. Hasta aquí, con un modo de crítica a la opinión pública privatizada, cuestión que no es difícil de observar, pero que todavía no permite suponer que, lo que se ha privatizado no es sólo un ámbito de la vida en sociedad denominada “opinión públi- ca”, sino que un aspecto del sentido que toda sociedad produce, también desde los micro espacios sociales: la historia de la mediatización de la sociedad. No sólo las competencias manuales del ser humano se han ido acumulando, adaptando y anticipando en una continua programación, es decir, unas lógicas que anteceden y ordenan las condiciones de posibilidad, sino que también la expresión de deseo de lo común posee su propia conformación, a modo de disposiciones-ha- bitus (Bourdieu, 2006) y/o cadenas operatorias (Leroi-Gourhan, 1971), haciendo del ser humano de las sociedades contemporáneas, un ser opinante, condición de su mundanidad constitutiva, en tanto ser comunicante . Con el desarrollo histórico de las estrategias ortéticas, los flujos de conciencia instalados como modelos de lo ra- cional, hasta la concepción de las inteligencias humanas como diversas y múltiples, han transformado la noción de la realidad en tanto “objetos temporales”, a unos que son operados por los medios “y mucho más allá, por la omnipotencia de la nueva programatología que ritma y trama el espacio tiempo luz…” (Stiegler, 1996, p.292), configurando en estos procesos de programas, también una realidad de la opinión . El recuerdo terciario, como memoria ortética, opera en todas las dimensiones y espacios de la vida humana. En la sociedad del “imperio de las imágenes” todo flujo de conciencia (es decir toda posibilidad de cognición) es la “conciencia de imagen” (Stiegler, 1996, p.293), conciencia ortética de la edad de la hipermediatización. Lo que implica que esa voz pública adquiera niveles de complejidad, que no sólo puede entenderse sobre la crítica sustentada en los dispositivos de su falseamiento y ena- jenación de la ciudadanía (las encuestas, los grupos de opinión bajo la articulación

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