Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación
La opinión pública: Una semiosis social en cuestión - 91 través de complejos dispositivos forman y generan un tipo de opinión pública , en tal sentido históricamente producida. Si el sentido de la O.P. tiene una direccionalidad, en tanto información que es transmitida-distribuida y hecha circular por la semiosis social, ésta conforma en ese devenir una dimensión de la memoria y de la posibilidad de ese reconocimiento, en tanto escritura producida por técnicas determinadas. Pero cabe a esta altura una pregunta provocadora: Entonces ¿qué es la opinión pública? Como se trata de actualizar su propia definición hacia un enfoque situado en los enfoques sobre comunicación y cultura, traeremos la interpretación que ha hecho Jesús Martín-Barbero. Éste, en un artículo titulado “Reconfiguraciones comu- nicativas de lo público” (Martín-Barbero, 2001), arremete con una descripción de las cosas en una actualidad de la continua actualización; tiene en su base argumentativa, las categorías clásicas trabajadas latamente por Habermas en su “Historia y Crítica a la Opinión Pública” (1981) y de otros autores, entre otros Tarde (2011) y Sennett (2002). Al respecto, Martín-Barbero observa este espacio como un escenario don- de se hacen visibles las más variadas contradicciones que están a la base de la vida política y que se visibilizan a nivel de la opinión pública, que convergen en “la racionalidad de las encuestas, y sus cálculos de probabilidades, con las artimañas de los sondeos de toda laya, a toda hora desde todos los medios : l a opinión pública que los medios fabrican con sus encuestas y sondeos tiene así cada vez menos de debate y crí- tica ciudadanos y más de simulacro(…)” (Martí n-Barbero, 2001, p.75). No es sólo debido a las transformaciones últimas en el campo de las tecnologías aplicadas a la comunicación social, que la opinión pública como práctica social y noción en las ciencias sociales ha ido mutando; sus transformaciones son también de larga data histórica, y en nuestro enfoque, éstas se suceden como se transforma la técnica en el tiempo (Stiegler, 1996, 2001). Por lo que cabe otra pregunta al res- pecto: ¿puede sobrevivir al vaciado simbólico y a su incapacidad de convocar, in- terpelar/construir movimientos y sujetos de acciones y movimientos sociales, esta opinión pública “desnaturalizada” de sus referencias clásicas? Por cierto que seguirá siendo un ámbito de la producción de sentido, ahora en una fricción, donde su re- conceptualización traspasa los límites que los “grupos de opinión” y los medios han construido en tanto dispositivo que se fabrica desde las industrias y de las hiper- industrias de la información y la cultura. Su propia razón, que ha dualizado los ámbitos cognitivos de la primeridad/se- cundaridad con la terceridad de todo estado mental humano, hace pensar que esa O.P. de la pura razón, se vuelve híbrida hacia otra que se contiene y expresa a/y por las distintas formas que la inteligencia humana toma en la praxis cotidiana. Se mira con cautela la expresión de una O.P. “emocional”, dónde la comunicabilidad de los sentimientos muchas veces se visibiliza a través de estas formas de configuración de
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