Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

La opinión pública: Una semiosis social en cuestión - 87 un problema de origen, que en continua transformación a razón de ser un hecho humano, corresponde también a una dimensión de la relación entre el “Quién” y el “Qué”, pues toda opinión pública, es un dispositivo. Precisamente al interpretar esa parte de la realidad social desde la categoría del reconocimiento, se habilita una comprensión híbrida de la noción de opinión pública, porque esa dimensión del ser social, apartada de la humanidad y puesta como especialización, omite que toda voz, y su propiedad plural, es constitutiva de toda semiosis, se vincula históricamente a la producción de sentido que habilita la comunicabilidad propia del ser humano. Conviene entonces, hacer un despliegue fundamental, toda semiosis responde a tres estados mentales de cognición humana (Verón, 2013), a saber: una idea sensible, perceptible, habitada por una memoria epimeteia , carente, fallada, es decir, una pri- meridad que es al instante de la caída, la idea mínima; una secundaridad, o momen- to del encuentro con lo otro y los otros/as, espacio de un re-recuerdo (Stiegler, 1996) que supone la imaginación, una conciencia de la memoria o “flujo de conciencia”, capaz de habitar su ecosistema y de comenzar su producción de sentido; y una terce- ridad, posible de diseñar e interpretar todo acontecimiento, abrir infinitamente esa representación de un real, como co-construcción de todos los imaginarios posibles, entre éstos, su propia base que le da eficacia, la “memoria terciaria”, posible gracias a la producción histórica de las escrituras y a una opinión también ya producto del universo retencional. Precisamente, si caracterizamos a la opinión pública como una dimensión del acoplamiento de los tres estados mentales, en tanto interconexión dinámica y siste- mática del sistema social y el sistema psíquico, es posible concebirla (a esa dimensión de lo social) como parte de los dispositivos que hacen al acontecimiento, en la histo- ria de la mediatización, o de otro modo, en la relación histórica de tiempo y técnica. Puesto que en el reconocimiento acontece materialmente la conciencia, el flujo de conciencia de quien percibe una obra, una representación, un paradigma y quien produce la obra (en un acepción amplia). El sentido de ésta última, puede producir el sin-sentido; sin el reconocimiento, y precisamente, lo que conocemos como opi- nión sobre aquello que nos importa en común, tiene justamente la exclusiva imagen de lo conversado, de lo que las técnicas (los medios) han producido y reproducido como acontecimiento de masas y multitudes. Hoy, ese des-reconocimiento entra en crisis, puesto que las modernas formas de la opinión pública, sus modos y medios, tienden a desprogramarse, sufren procesos de desajuste y desactualización, teniendo como consecuencia unas mediciones que han perdido su estatus predictivo y proyectivo, debilitando su función verosímil. Los signos de malestar, se enfocan en esos objetos técnicos, apropiados por la polí- tica de la representación. Por ello, nos interesa rescatar una opinión pública que nada tiene de emergente,

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=