Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

86 – Opinión pública contemporánea toda vez que ha irrumpido en lo público, es mediada por las técnicas y legitimadas también por esos “hechos técnicos” (Leroi-Gourhan, 1971); por ejemplo, el rol de las encuestas, esa institución que a través de personalidades se vuelve a encarnan, en un doble sentido: sea a través de cuestionarios como instrumento de la medición, o como comunicación a través de la puesta en escena, es decir, unas operaciones de selección y montaje (Vilches, 1989; Stiegler, 2001), desde los llamados “líderes”. Puesto que no solo se mide lo “político”, también los gustos y preferencias, y en lo su- cesivo, aquellos temas que, habiendo habitado exclusivamente el fuero íntimo de las personas (el mundo privado de las familias/hogar), por su impacto social y cultural, se han convertido en problemáticas, objeto de políticas públicas, en buena hora, tal como la violencia intrafamiliar y contra las mujeres, los niños y niñas, los y las dife- rentes. En ese sentido, toda intimidad “es un campo de visión y expectativas de las relaciones humanas” (Sennett, 2002, p.735) y correspondería a una expresión locali- zada, que deslinda un territorio, ocupando otros espacios sociales. Pero Sennett, ve como impropio esos procesos que ha llevado a personalizar un campo impersonal, y de paso, volviendo el sentido a una comprensión dual, aquello interno/externo, lo psicológico y lo social, lo natural y la cultura. Estos procesos de personalización o “fenómeno individual, inestable, auto-absorbido que llamamos personalidad” (Sen- net, 2002, p.736) no son sino aquellos fenómenos que la compleja vida de lo urbano abstraía de la dimensión social, enajenando la dimensión psíquica (psico-bio-social) vía su naturalización y, por cierto, cosificada, posible de ser moldeada y afectada, se nos plantea como una problemática a discutir. Entonces, las operaciones que están justificando el dispositivo encuesta ¿A caso no buscan afectar precisamente ese fuero personal, íntimo, donde también habita la afección y defección política de los seres humanos? Pareciera que el curso de los últimos siglos, ha venido a dividir, bajo una específica razón moderna, lo íntimo y lo público, separación de naturaleza discursiva, que comienza a fracturarse, tanto como la propia idea de realidad dada, que se ha ido “trizando”. De esa ruptura proviene la figura del político y de su continua especialización, tecno-burocratización; donde la política micro, queda sujeta a la condición de su- fragio, de elector o votante, en el contexto de la democracia del simulacro, espec- tacularizada, transmutada a través del Show de Noticias. Es decir, se desempodera y se aparta de la persona, la política; el juego de poder es sólo para quienes pueden representar una mundanidad activa, posible sólo sobre la base de su desactivación, desafección, pasiva actitud de unos públicos que, al no estar indiferenciados en la masa, muestran síntomas de malestar. A razón de lo anteriormente dicho, es que suponemos que opera en la cons- trucción moderna de opinión pública, una episteme , en modo fundacional, here- dera de una ciencia social de la “cosa objetiva”, incapaz de ver de manera compleja,

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