Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

La opinión pública: Una semiosis social en cuestión - 85 famosa fórmula “opinión pública”, actualizada a su versión de “cultura post letrada”. Es decir, aquello remitido al reconocimiento, es decir, a los actores que definen la circulación de la comunicabilidad, cada quién queda cosificado e indiferenciado, apartando al sujeto del moderno principio de soberanía propia (desde su voz), hacia una operación de montaje (y por ello de selección de unos imaginarios), que hace posible la comprensión común de toda sociedad, es decir, lo que se entiende contem- poráneamente como un gobierno “de una multitud de hábitos y acciones por medio de la autoridad soberana de un solo principio” (Sennett, 2002, p. 734), que hipoté- ticamente no requiere de mayor coerción, de la brutalidad de las dictaduras, de la barbarie sobre la civilización, sino, de la seducción, o si se quiere, de los mecanismos de la persuasión política, que hace aparecer a la autoridad que estando por sobre ella (la gente) ejerce “una autoridad particular” (Sennett, 2002, p.734). La cuestión de lo público apela, no a un modo de lo social como tendencia histórica, sino a una suerte de desviación de la individuación hacia los procesos de individualización o procesos de personalización (Lipovetsky, 1986, 2007). Lo público es disminuido, fragmentado e irremediablemente lo íntimo es relegado a una dimensión cultural- mente separada del yo público, y que desde mediados del siglo XIX, viene de vuelta a traernos la confusión entre lo público y lo privado. Es decir, tratar este ámbito de la construcción de la humanidad en sociedad (disculpando el pleonasmo), requiere salirse (fugarse) de un canon que ha contribuido a su entendimiento, pero donde se ha dejado en la caletera aquello que Santa Cruz ha denominado “esferas públi- cas plebeyas” (Santa Cruz, 1999), propia de la constitución de un proceso, donde interviene como un actor importante, la prensa obrera, prensa ligada a la aparición de nuevas actorías públicas, que movilizan identificaciones culturales públicas y pri- vadas, que se realizan en el plano discursivo, conformando un espacio público de no menores fricciones, donde, y en lo sucesivo, esas voces son enajenadas de ese derecho constitutivo (tener opinión de la vida y sus problemas), sea por las instituciones que buscan su representación, sea por la técnica del “quién”, que es privatizado o ceñido bajo normas y leyes que, en la práctica, terminan en imposiciones limitantes por parte de intereses corporativos . Por ello postulamos, como teoría de la comunicabilidad el reconocimiento de otras formas de opinión pública; el reconocimiento del reconocimiento (aunque suene redundante). En este lugar, lo íntimo, en tanto dimensión humana que se ar- ticula con lo social-público, corresponde a un imaginario más, inherente a los “flu- jos de conciencia” (Stiegler, 1996); producto de los estados mentales o cognición humana. Porque la opinión pública también se ha desarrollado técnicamente, en tanto procesos de adaptabilidad y anticipacion de esa voz propia al interés común. Parte de esa dimensión íntima hoy es parte de lo público y no por ello deja de tener posición en esa intimidad que pertenece a toda psicología humana. Esa voz interna,

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