Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

36 – Opinión pública contemporánea consiste en un análisis de la i ntelligentsia radical y su relación con la esfera pública plebeya en la Inglaterra de fines del siglo XVIII, identificando dos fases. Una prime- ra, entre 1770 y 1780, en que los intelectuales radicales postularon una regeneración de la Constitución a través de la educación popular y las reformas parlamentarias, pero el vínculo entre ellos y la esfera pública plebeya fue más externa que orgánica: a nivel de propaganda, pero no a través de nuevas formas de comunicación o estruc- turas de participación popular. Esta i ntelligentsia había sido reclutada de los estratos superiores de la sociedad En cambio, la fase que inicia con el movimiento de 1780 estuvo expresamen- te comprometida con la creación de un público extra-parlamentario, quebrando el marco existente de legitimidad política. Así, la agitación abierta de las masas dentro de una nueva práctica de democracia participativa ocurrió sólo en esta segunda eta- pa, la del jacobinismo inglés propiamente tal. Comparativamente, sus líderes per- tenecían a círculos sociales menos prestigiosos. Esta nueva intelligentsia jacobina se propuso deliberadamente movilizar a las masas, llevando a cabo “ una confrontación con la cultura plebeya tradicional ” (Lottes, 1979, p. 337) por medio de un trabajo de educación política de las masas: “ en otras palabras, los tumultos, alborotos y música tosca van a ser reemplazadas por las modalidades políticas del panfleto, salas de reunio- nes, resoluciones y peticiones acompañadas de ser necesario por la democracia discipli- nada de una ordenada demostración al aire libre ” (Eley, 1983, p. 765) Según la tesis de Lottes, de esos esfuerzos surge una nueva esfera pública plebe- ya, que se nutre de didáctica política, panfletos, folletos y revistas políticas, lecturas públicas de textos. Según Lottes, los jacobinos habrían entrado en una relación di- recta e igualitaria con su público putativo, sin manipulación ni demagogia. Pero al mismo tiempo, reconoce tácticamente difícil confrontar el “atraso” e intransigencia de la cultura popular que se encuentra a su base. Habermas va a reconocer en la nueva edición de su libro (1990), que tanto el tra- bajo de E.P. Thompson como el de Lottes lo ayudaron a profundizar su valoración de la esfera pública plebeya (en cambio, nunca menciona el trabajo de Negt y Kluge, más cercanos cultural y teóricamente). No obstante, pareciera que para Lottes la conformación de la esfera pública plebeya moderna está basada en la cultura popular y sus sujetos, pero al parecer requiere de una vanguardia externa –más dialógica y racional, menos intransigente y “atrasada”– para poder abandonar formas menos es- tructuradas (¿pre-políticas?) de protesta. De algún modo, estos supuestos también se encuentran en la obra de Negt y Kluge si bien tienen otra salida: lo relevante de lo plebeyo es lo proletario, porque se vincula a la dimensión real de la producción. Suponen así, la necesidad de la economía capitalista moderna para pensar lo que queda fuera de la esfera pública burguesa. En este sentido, pareciera que para todos estos autores la esfera pública plebeya es la única manera que tiene la cultura popu-

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