Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

Burguesa, plebeya, proletaria, alternativa, subalterna - 31 esfera pública de Habermas, han sido Arlette Farge y John Thompson. A partir del análisis historiográfico en torno a la segunda mitad del siglo XVIII en París, Farge (1992) va a poner en cuestión al menos dos elementos centrales de la tesis haberma- siana, a saber: Por una parte, el carácter aséptico de la esfera pública realmente exis- tente en ese espacio y lugar, mostrando de qué modo los espacios de la sociabilidad burguesa no operaban únicamente como espacios de discursividad racional orienta- da al consenso, sino que estaban plenamente atravesadas de otro tipo de elementos, incluyendo malas palabras y groserías; Por otra, mientras Habermas se ocupa de la esfera pública desde la perspectiva de los sectores letrados, Farge se concentra en la gente común y sin educación. Recurriendo a varios tipos de fuentes en que los sujetos populares hablan por sí mismos (cronicas, periodicos, informes, partes poli- ciales, volantes, archivos de la Bastilla) muestra el modo en que su sujeto de estudio desarrolló la capacidad para celebrar y declarar opiniones claras sobre lo que estaba sucediendo en su ciudad: eventos visibles, reales y cotidianos como ejecuciones, au- mentos de precios y revueltas. Sin embargo, el gobierno prefería considerar a los parisinos ordinarios como poco sofisticados, impulsivos o ineptos 3 . Farge muestra que en los años previos a 1789, la administración temía cada vez más la movilización de estas personas. Oficialmente negaba la existencia de una opinión pública popu- lar distinta, pero en la práctica mantenía las calles de París bajo vigilancia regular a través de un sistema de espías, inspectores y observadores: “ Sin existencia ni estatuto, la voz popular es una entelequia política, al mismo tiempo que un lugar común de la práctica social. Perseguida por el poder político, adquiere forma y sentido y se elabora en el corazón de este sistema que, contradictoriamente, la niega y la tiene en cuenta, y por tanto, en cierto modo, la crea. Inexistente y existente, la voz popular sobre los asuntos de la época vive en tierra de nadie: entre el fuera de juego político y el lugar común de una práctica siempre sospechosa ” (Farge, 1992, p. 16-17). Las reflexiones de Farge sobre la esfera pública pre-revolucionaria en Francia son reforzadas por trabajos como el de Cases (2009), quien destaca la “doble carac- terización” de la esfera pública burguesa: “ se presenta, por una parte, desde el punto de vista político, como un espacio de discusión sustraído a la autoridad del príncipe, y se sostiene, por otro lado, desde el punto de vista sociológico, a partir de una distinción se- gún la cual la multitud, ciega, ruidosa, profundamente inestable, es incapaz de ejercer el uso público de la razón ” (p. 3). Asimismo, señala como un importante déficit de la formulación habermasiana su “ difícilmente justificable ” silencio acerca de la opinión popular (p. 4) que no le permite observar las numerosas tensiones desatadas en la 3 No sólo el gobierno, sino también la propia intelectualidad ilustrada: “Todo aquello que pudiera tener alguna relación con la 'opinion' emitida por el vulgo está connotado peyorativamente: loca, inepta e impulsiva. Condorcet, en la Enciclopedia llega a definir la opinión pública popular como 'la de la parte mas estupida y mas miserable del pueblo'” (Mattelart, 2007, p. 55).

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