Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

Sentidos y prácticas en la investigación sobre opinión pública - 223 se ve con claridad, un primer momento que afirma la dependencia social del cono- cimiento. La especificidad de dicha postura adquiere mayor sustancialidad en las reflexiones de Barry Barnes (1994) y David Bloor (1998). “Se trata del conocimiento como algo esencialmente social, como parte de la cultura que la transmite de ge- neración en generación, y como algo que se desarrolla y modifica activamente en respuesta a contingencias prácticas” (Barnes, 1994, p.102). La OP, en este sentido, no es el resultado de la contemplación pasiva de un individuo aislado de la realidad, sino que función de las metas e intereses que posee una sociedad según su desarro- llo histórico. Más específicamente, se podría decir que, parafraseando a Barnes, el crecimiento del conocimiento es correlativo al desarrollo histórico de los procedi- mientos, las competencias y técnicas relevantes en grados diversos para los fines y objetivos de culturas y subculturas. El conocimiento sobre la OP plantea una relación específica con la realidad. Se estudian opiniones, actitudes y percepciones de individuos, de personas. El conoci- miento, dirá Bloor (1998), se funda sobre las respuestas comunes y constantes frente a nuestro entorno, siendo percepciones sobre el mismo. Las especificidades cultura- les se imponen a tales respuestas, modulándolas, de modo que el conocimiento se genera sobre un estado anterior de creencias. La realidad social se constituye para quienes son objeto de los estudios de OP, produciéndose un conocimiento útil, sólo cuando se puede “manipular, predecir y controlar el mundo real en el cual existen” (Barnes, 1994, p.108). No obstante, existen intenciones en la generación de ese saber, los cuales son declarados por los/as investigadores/as de OP, ya sea que se ubiquen en posiciones comerciales, académico-comerciales o académicas. “El motor del cam- bio científico es interno a esas intenciones nuestras, a nuestras teorías y a nuestras experiencias” (Bloor, 1998, p.81). La validez, la objetividad y la verdad pierden su sentido, ya que el conocimiento se instrumentaliza de acuerdo a los objetivos sos- tenidos socialmente, adquiriendo pleno sentido cuando es valioso para los mismos. En la OP dicha afirmación parece cierta. El horizonte de los/as investigadores/as di- ferencialmente posicionados supone instrumentalizaciones distintas, usos que remi- ten a lógicas sociales que buscan efectos específicos, ya reseñadas en los resultados. Parece evidente que, en el conocimiento estudiado, existen factores sociales constituyentes. Por una parte, se encuentran los intereses socialmente prefigurados de los/as investigadores/as de OP, según sus posiciones en el espacio de su investiga- ción. Por otra, el compartir, entre las diferentes posiciones, y fundamentalmente al interior de una misma posición, elementos teóricos, epistemológicos y metodológi- cos que se usan en pro de los objetivos ya considerados. Ambas cuestiones suponen participar de una tradición histórico-cultural, de acuerdo a la cual se fraguan intere- ses sociales específicos y modos de entender, interpretar y estudiar la OP. La pregunta remite a la manera en que determinados vectores sociales, ubicados

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