Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación

Sentidos y prácticas en la investigación sobre opinión pública - 211 academia, el campo científico en torno a la OP legitima una visión minimalista de la misma, entendida como actitudes u opiniones individuales que solo en su agrega- ción adquieren una dimensión colectiva (Venegas, 2015). La OP como resultado de los sondeos es una perspectiva que Bouza (2004) tilda de sociológica y que defiende según su éxito operativo para aumentar el conocimiento sobre el comportamiento social de los hombres. Page y Shapiro (2012) también validan lo que se puede ca- lificar como visión empírica de la OP, en tanto la entienden como real, medible y racional. Es posible, con la información que las encuestas ofrecen sobre el público, dar una descripción acertada respecto de la OP, dado que la población posee opinio- nes políticas estructuradas coherentemente y cuyo cambio puede rastrearse sobre determinadas lógicas de entendimiento. Para autoras/es como Mañas (2008) y Almazán (2008), el sondeo de OP solo registra los efectos que produce la medición, sin dar espacio a significativas singula- ridades opinantes en la escena política. Ello queda en evidencia con la elevada can- tidad de “no sabe/no responde” presentes en el análisis de los resultados de cada encuesta, que no son proferidos por personas incompetentes, sino que por grupos faltos de poder social y político y, por tanto, sin un discurso respecto de ciertos te- mas. Dicho segmento se estructura según condiciones sociales, económicas y cul- turales. En esa línea de argumentación, Mañas (2013) disputa la definición de OP, buscando fundarla discursivamente. El sondeo descontextualiza las opiniones de las situaciones sociales a nivel temporal y espacial, planteando la autora que la OP se actualiza sobre un trasfondo social definido por procesos inter-subjetivos que defi- nen posiciones sociales particulares que son generadoras de discursos en el marco de determinados colectivos. El referente discursivo se puede distinguir en la OP, en tanto “ideal de publi- cidad burguesa” (Habermas, 2002), modelo donde ésta se construía en base a una relación comunicativa y racional entre ciudadanos “competentes”. La ampliación del espectro de participación tornó la OP un agregado de individuos, modelo coherente con la democracia representativa y, por tanto, la encuesta. Habermas (2002) tema- tiza la OP sobre una lógica normativa, argumentando la recuperación de su con- dición histórica primordial referida a acuerdos comunicativos de carácter racional, faceta anulada por el sondeo. Por su parte, Sampedro (2000) sostiene un concepto de OP que alinea las dos dimensiones, tanto la discursiva como la agregada, dada la imposibilidad de renunciar al éxito operativo de la democracia representativa, pero asumiendo la importancia de la expresión no cautelada de los intereses que circulan en la sociedad y la emergencia de los temas públicos en virtud de acuerdos raciona- les y comunicativos que abarquen a la totalidad de los actores involucrados. Sartori (1998) valida el modelo de la democracia representativa y señala que la OP lo funda, pero no como resultado de las encuestas, dado que generan respuestas producidas en

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