Opinión pública contemporánea: otras posibilidades de comprensión e investigación
14 – Opinión pública contemporánea ha seguido la pista de las complicaciones, históricas y teóricas, emplazadas desde la categoría de lo público. Dicho de modo sumario: en las discusiones teóricas sobre lo público encontramos los principales problemas y desafíos de las teorías sociales. Quizás otra vía para encontrar discusiones teóricas referidas a la OP fuesen las “teorías de la comunicación social”, tan presentes, con tanta publicidad (¡!) y buena prensa académica y de la otra, en los años sesenta y setenta 7 . Desde Harold Lasswell hasta Niklas Luhmann, de las teorías de “la aguja hipodérmica” hasta “la teoría de sistemas”, desde el “giro lingüístico” anunciado en filosofía hasta el “todo comunica” de la Escuela de Palo Alto. Al iniciar una búsqueda en teorías de la OP, siempre nos vamos a encontrar con el afluente de las teorías de la comunicación social, tan en- cerradas sobre sí mismas, tan ontológicamente pretensiosas: en “la comunicación” habita el ser, si es que no es EL mismo ser. Como si las teorías de la comunicación social hubiesen sido las variantes pop de las serias teorías matemáticas de la informa- ción, de los desarrollos algorítmicos que fueron sin publicidad desde el telégrafo a la tecno-ciencia de los hardwares web dos-punto-cero y las redes sociales digitales. Quizás la consecuencia más extendida de las teorías de la comunicación haya sido la inoculación del virus epistemológico del determinismo tecnológico: la clave tecnológica ingresa a las concepciones antropológicas, sociológicas, psico-sociales y –cómo no– historiográficas y metafísicas. La humanidad se movería en grandes “olas” civilizatorias marcadas por las rupturas tecnológicas del vapor, la electricidad, los combustibles fósiles, la electrónica. Ante tal devenir, las teorías de la comunica- ción social (ya presentadas como teorías sociales, a secas) dividían posiciones entre “apocalipsis e integración”, como titulara Umberto Eco ((Eco, 2011)) su célebre ba- lance sesentero. Tal virus sobrevive en el tic de las concepciones pop sobre la comu- nicación: cada modificación de hardware y/o software implica que se nos hable de la “última revolución”, que por lo mismo –todos lo sabemos, por eso es pop– anuncia la siguiente (¿última?). Pero además, ha logrado su mayor perfomance kitsch en el contagio verborreico de llamar “tecnología” a cuanto dispositivo electrónico circule, usado y exhibido. Así, las comprensiones, investigaciones y teorías argumentativas sobre la OP desde esta afluente, las teorías de la comunicación social, irán desde el impacto de la imprenta en la circulación de periódicos y pasquines, la radiofonía y televisión, 7 Marshall McLuhan fue toda una celebridad, más allá de los ámbitos universitarios: recordemos el cameo en Annie Hall (Woody Allen) en que aparece el autor canadiense en la fila del cine. O la importancia de Armand Mattelart en “Para leer el Pato Donald” (junto a Ariel Dorfman), y sus pos- teriores libros sobre teorías de la comunicación social. Eliso Verón, Jesús Martín-Barbero, Nestor García Canclini entre los autores más prolíficos en América Latina que han sido identificados con aportes señero en las “teorías de la comunicación social”. Es en ese mismo período en que textos con aspiraciones enciclopédicas sobre tales teorías contarán con amplia circulación y traducciones.
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