Desafíos críticos para Latinoamérica y el Caribe
258 De cara a lo anterior, en donde se observa un contexto de clara violencia estructural, las feministas populares, y civiles, aparte de hacerle frente a dichas situaciones, como la precariedad laboral y acadé- mica, igualmente debían hacerlo en los espacios “privados”, pues aparte de sus trabajos debían hacerse cargo de los oficios del hogar y del cuidado de los hijos, lo cual se presentaba como un obstáculo para el objetivo de las feministas civiles, dado que les significaba menos tiempo, para inmiscuirse en la in- vestigación y la producción académica sobre el feminismo, con la finalidad de separar el conocimiento de un condicionamiento de una clase social superior. Pese a que no hace alusión específica a la mujer indígena, es un discurso bastante incluyente y dentro de la clasificación raza es posible incluir otras categorías de diferenciación, por lo que es posible apli- carlo al caso mejicano. El feminismo indígena, vertiente significante del movimiento mejicano dada su esencia emancipadora en cuanto a modelos poscoloniales de orden occidental 32 , nació de esa nece- sidad de organización por parte de las mujeres al interior de sus comunidades. Estas mujeres notaron una doble carga en lo que respecta a las relaciones de poder, pues trayendo a colación la explicación de Crenshaw, en donde ejemplifica la interseccionalidad como un cruce de caminos 33 , las mujeres indí- genas, sufren discriminación por ser indígenas y por ser mujeres al mismo tiempo. Las comunidades in- dígenas en Méjico tienden a sufrir una fuerte discriminación 34 , dada una construcción socioeconómica creada, encargada de hacer que la población relacione a dichas comunidades con pobreza y analfabe- tismo, razones por las cuales consideran se da una marcada exclusión, esta no solamente se encontraría en el ámbito social y económico, sino también político dado que no existe una representación, y por ende se presenta una participación política mínima casi inexistente. Por lo anterior estas mujeres indígenas al notar esa discriminación que las llevo a ser omitidas de dere- chos por sus raíces étnicas, también notaban practicas marginadoras hacia ellas al interior de las comu- nidades, las cuales siempre fueron legitimadas por “la tradición”. Es por ello que, en vista de la presencia de una violencia estructural, cultural y de género, requerían de una construcción teórico-práctica del feminismo que naciera desde la coyuntura de las comunidades y pudiera ser aplicada a las mismas en el marco de la eliminación de costumbres opresoras, sin necesidad de irrespetar o atropellar las buenas tradiciones, por lo que era poco viable para ellas perseguir la línea del feminismo histórico. 32 los movimientos indígenas se erigen como la ‘vanguardia’ del nuevo auge movimientista aunque no en el sentido marxista-le- ninista, sino más bien como un actor que tiene el privilegio de operar con una nueva racionalidad política basada en su otredad y en su sublevación contra la colonialidad del poder que rige nuestras sociedades desde su sometimiento al poder imperial de Occidente (Mendoza Breni. 2014) y habla de dobles, triples y múltiples discriminaciones (Yuval-Davis, 2006). Asimismo, Crenshaw (1989, 1991) 33 34 tal como lo indica el estudio de la percepción que tenía la población mexicana con respecto a los pueblos originarios elaborada por la UNAM (2017), dentro de la cual se buscaba determinar las consideraciones de la población civil en general sobre las comu- nidades indígenas. Los resultados arrojados fueron bastante desalentadores, pues la mayoría de encuestados (83%) ignora esta diversidad y desconoce por completo los grupos originarios de México.
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