Desafíos críticos para Latinoamérica y el Caribe
159 gular como sujeto de derecho; iii) la migración como proceso (contemplando países de origen, tránsito y destino); y iv) la familia como sujeto derivado. El panorama sudamericano para el desarrollo del régimen La falta de ratificación de la CMW en el Norte Global ha abierto la pregunta por la eficacia y real aplica- ción del instrumento, y con ello el alcance del régimen, en tanto abarca apenas un tercio de los Estados del globo y, por lo demás, buena parte de ellos son países expulsores de migración. Cabe destacar que la genealogía del régimen se ha construido en relación con el Norte Global, pues los fenómenos sociohistóricos con mayor incidencia en su construcción se ubican especialmente en ese espacio. Sin embargo, el espacio de aplicación de la Convención -el instrumento primario del régimen- es en la actualidad un territorio completamente distinto al que lo originó. En lo que respecta a África, cerca de la mitad de los Estados del continente han ratificado este ins- trumento. Por su parte, en el caso de América del Sur, todos los países excepto Brasil han ratificado el instrumento. De lo anterior, es que resulta interesante preguntar si acaso será posible un mayor forta- lecimiento de este régimen en clave sudamericana. Las migraciones dentro de la región se han visto facilitadas históricamente por un impulso de coopera- ción interestatal. A pesar del contexto global en que las políticas migratorias son progresivamente más restrictivas, en la década de los noventa, América Latina -y,en particular,el Cono Sur- era impulsora de la cooperación regional para una migración ordenada,segura y regular. La región de América Latina y el Caribe tuvo una notoria recepción de migrantes de ultramar durante la primera mitad del siglo XX, lo que marcó las configuraciones nacionales de los países. No obstante, a partir de la década de los 70 comenzó a forjarse un carácter expulsor de la región (Stefoni,2018), con el cual América Latina se consolidó hacia la década del 2000 como fuente de emigración a nivel glo- bal (CEPAL,2018). Pese a lo anterior, se ha constatado que, salvo algunos flujos excepcionales, la mayor parte de la migración internacional en América Latina ha sido de carácter intrarregional (OIM, 2017; CEPAL, 2018); y en América del Sur ha estado impulsada principalmente por el factor laboral (SICREMI, 2015; Stefoni, 2018). La creciente migración intrarregional impacta entonces los flujos de entrada y de salida, pues es emi- gración e inmigración según el país desde donde se le mire. Entre los años 2000 y 2010 aproximada- mente, Chile y Uruguay fueron los únicos países de América Latina y el Caribe que no presentaron un aumento en el número de emigrantes del país, mientras que Haití y Venezuela fueron los países con un mayor aumento de emigración intrarregional (Martínez y Orrego, 2016). Ante la variabilidad y aumento de los flujos intrarregionales, existe una experiencia histórica de coope- ración intrarregional que podría facilitar el diálogo para la protección de derechos de las trabajadoras y los trabajadores migratorios. Desde la segunda mitad del siglo XX, en el continente latinoamericano se llevaron a cabo distintos procesos de integración regional, unos siguiendo la línea bolivariana o americanista y otros con un tinte mucho más neoliberal 8 . En América del Sur, el primero de ellos fue la Comunidad Andina de las Naciones (CAN), fundada en 1969 con la suscripción del Acuerdo de Cartagena, integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Décadas después, se creó el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) mediante 8 Se entienden como procesos de integración de tipo neoliberal aquellos centrados en la cooperación económica para la inserción en los mercados internacionales. Como contraparte, los procesos bolivarianos promueven una integración panamericanista, con lineamientos políticos progresistas.
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