Desafíos críticos para Latinoamérica y el Caribe

117 Es preciso, concebir que las preguntas sobre la identidad cultural no emergen generalmente en situa- ciones de relativo aislamiento, prosperidad y estabilidad, sino que ocurren en un estado de cambio y de catarsis. Por esto Jorge Larraín escribe: “Para que la identidad llegue a ser una pregunta importante, parece requerirse un período de crisis e inestabilidad, una amenaza al modo de vida tradicional, es- pecialmente, si esto sucede en presencia de otras formas culturales” (Larraín, 1994). Tal como Kobena Mercer menciona: “La identidad sólo llega a ser un asunto importante cuando está en crisis, cuando algo que se ha asumido como fijo, coherente y estable es desplazado por la experiencia de la duda y la incertidumbre” (Mercer, 1990). En este sentido, es posible preguntarse si la identidad latinoamericana actualmente está experimentando un nuevo cambio. A partir de la información presentada, es posible deducir que la identidad Latinoamericana se transfor- ma durante los periodos de crisis e inestabilidad. Por este motivo es importante crear una concepción histórica de la identidad cultural, ya que esta permite desarrollar una comprensión de la identidad latinoamericana, que no excluya la herencia histórica, ni esconda la diversidad cultural del continente (Larraín, 1994). La concepción histórica de la identidad permite explicar cómo los eventos pasados, influyen e impactan sobre las percepciones y los problemas sociales presentes. Asimismo, es impor- tante agregar que las nuevas contribuciones culturales siguen dando forma a Latinoamérica. Estas contribuciones, no son formas de alienación o traición a nuestro “ser verdadero”; sino que son factores inevitables que modifican la identidad. Pues, la historia muestra que la identidad no tiene una forma permanente que hay que descubrir, sino que se constituye por su constante cambio. LAS OLAS DE LA MIGRACIÓN LATINOAMÉRICA Históricamente Latinoamérica ha sido una región de migrantes, los cuales en su mayoría tenían in- centivos económicos, pero también hubo muchos que enfrentaron persecuciones étnicas, religiosas y políticas en sus países de origen. Estos migrantes de diferentes regiones del mundo han hecho de La- tinoamérica su hogar y han formado parte de su identidad. Sin embargo, la migración a Latinoamérica es consecuencia de las necesidades y de los incentivos de su periodo histórico. Los primeros inmigran- tes eran, en su mayoría, europeos de la costa atlántica y de las metrópolis coloniales. Posteriormente, con la desaparición de gran parte de la población indígena, por guerras, epidemias y trabajo forzado, se crearon redes de comercio humano, las que en su mayoría fueron disueltas a lo largo del siglo XIX, siendo Brasil en 1888, a través de la ley Aurea, el último Estado de Latinoamérica en abolir la esclavitud. Posteriormente, gran parte de los nuevos estados Latinoamericanos incentivaron políticas migratorias desde Europa para cambiar la composición demográfica de la población (Larraín, 1994). En otra línea, Roberto Aruj, identifica cuatro olas durante el siglo XIX; La primera ola, se vincula con las migraciones transoceánicas, las cuales ocurrieron desde fines de siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estas se pro- dujeron principalmente por las guerras de Europa, que movilizaron a 55 millones de personas, y facili- taron la organización de los estados europeos. La segunda ola ocurre durante las migraciones internas, producto de la crisis económica en las décadas de 1930 y 1940, ya que la caída de los modelos lati- fundistas y el avance de la industrialización propició una importante migración del campo a la ciudad (Aruj, 2008). Una tercera ola, ocurre por las migraciones transfronterizas durante las crisis políticas de la región. Este periodo comprende los conflictos políticos, económicos y sociales desde 1960 hasta 1990 (Aruj, 2008). Una cuarta ola, se produce como consecuencia de la globalización y se mantiene desde finales del siglo XX (Aruj, 2008). Según la CEPAL (2004), para el año 2000 vivían fuera de sus países de origen 20 millones de latinoamericanos, y para el 2014, esta cifra ascendió a 28,5 millones. De estos 28,5 millones, el 70 % se ubica en Estados Unidos, mientras que la población inmigrante de Latinoamérica asciende a 7,6 (CEPAL, 2020). Desde el 2010, se produjo un aumento en la migración intrarregional. Según el Programa de las Na- ciones Unidas para el desarrollo (PNUD), entre el 2010 y el 2019, el número de inmigrantes en la

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=