Depósito de materiales: (LapSoS 2012-2016)
Trabajo / 61 estricto ha nacido separada de sí misma ; de lo contra- rio, no podría entenderse que la subordinación de lo no-racional fuese, precisamente, la tarea que la cons- tituye. La persona no sólo ha de contener ese fondo irracional que es el cuerpo sino que debe, además, re- presentarlo . Es más, contener el cuerpo consiste justa- mente en representarlo, hacerlo propio, hablar en su nombre. El sujeto se relaciona con esa alteridad que es “su” cuer- po —como lugar del deseo y de un coeficiente de in- subordinación—, pero sólo en cuanto a la vez el sujeto se ha dejado en parte “invadir” o “empastar” por esa alteridad. Es decir, el sujeto supone siempre una cierta solución ya elaborada y sedimentada de su mal-estar en el cuerpo , una domesticación de los deseos, una prime- ra iniciación de la que no tiene un recuerdo “personal”. He aquí el lugar fundamental del psicoanálisis de la vida cotidiana desarrollado por Freud. Consideramos aquí al psicoanálisis como una poética de la subjetivi- dad, en cuanto que la dinámica de esta corresponde a la autoconciencia y, por ende, le es inherente un cierto desdoblamiento , una constitutiva “desavenencia” en el seno de su identidad. El yo no puede reconocerse a sí mismo si no es como otro en la representación que se hace de sí mismo. En consecuencia, la génesis de la subjetividad corresponde al proceso que posibilita esa representación de sí (en virtud de la cual, en toda rela- ción con el mundo, el sujeto ha de hacerse cargo de sí mismo, ha de cargar consigo mismo). Esta diferencia en el núcleo de la identidad deviene desavenencia in- terna, producto precisamente de encontrarse el sujeto a solas consigo mismo, en ausencia de todo funda- mento trascendente de la existencia. Reconocemos en la misma subjetividad una zona que se le escapa a esta, una especie de anterioridad psíqui- ca de la cual el sujeto no puede hacerse consciente debido, justamente, a que la conciencia opera como un cierre de la subjetividad sobre sí misma, un cierre que hace posible la disposición de ésta hacia la tras- cendencia de una “exterioridad”. El punto de cierre de la subjetividad consistiría, entonces, en la originaria subjetivación del cuerpo. En esto consiste la intuición epistemológica fundamental del psicoanálisis freudia- no. Lo que interesa señalar aquí es la anterioridad de la vida consciente, la cual —desde el psicoanálisis— pone en cuestión a la anterioridad trascendental que es propia de la filosofía del sujeto en la tradición del cogito. En efecto, para la filosofía crítica las formas y categorías puras posibilitan la correspondencia a prio- ri entre la sensibilidad y el entendimiento respecto a esa X que es el mundo por conocer. Así, la realidad del mundo de la experiencia está de antemano dispuesta para su manifestación como fenómeno, nada se oculta tras lamanifestación del mundo. Adiferencia de Kant, para el psicoanálisis la anterioridad de la conciencia se inscribe en la vida de ésta. Dicha anterioridad no es forma ni posibilidad, sino la totalidad de cuanto ha acontecido en la vida psíquica de un individuo; no se trata sólo del proceso psíquico que da origen a la conciencia individual, tal como la encontramos en el presente de una biografía cualquiera, sino también que la vida psíquica es ese proceso, la historia de la conciencia está totalmente contenida en sí misma. En El malestar en la cultura , Freud afirma que “en la vida anímica no puede sepultarse nada de lo que una vez se formó”. Una afirmación, sin duda, tremenda .
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