Depósito de materiales: (LapSoS 2012-2016)
Deuda / 37 cotidiano que, siguiendo a Foucault, requería de la se- paración de ciertas especies de individuos, y en torno a ellos, el ojo vacío del panóptico que los vigilaba. En cambio, la cotidianeidad a la que llega la salud mental con su inclusión en la atención primaria no requiere una estrategia del detalle sino llegar, precisamente y con cierta vocación naturalista, a lo más banal de lo cotidiano, a la vida misma, concreta y terrenalmente situada, de la gente común. Como bien lo apunta Elias, no hay que usar el con- cepto de lo cotidiano para oponerlo simplemente a la estructura social y sus determinaciones. La vida coti- diana es el espacio de lo rutinario, y en ella se ponen en juego las normas y formas de vida naturalizadas en ciertos órdenes de poder. Lo cotidiano es, en efecto, el núcleo de la reproducción micro-política del orden social. Pero también es el espacio de la transgresión, de la aparición de aquello que suspende la cadena de evidencias para poner en cuestionamiento lo que se te- nía por ordinario y re-integrarlo a un nuevo mundo de certezas compartidas. Aquella sería la faceta produc- tora de lo cotidiano. Se trata de momentos donde las líneas de fuerza definidas por la estrategia pesan sobre las posibilidades inventivas de las t ácticas, así como de otros instantes en que será al revés. Habría que agregar que la voluntad política de llevar la salud a lo cotidiano implica un uso peculiar de aquel espacio: lo cotidiano se transforma en un campo esta- dístico, mientras que las intervenciones de los técnicos impactarán esas estadísticas sin una correlación uní- voca. De ahí que, enfatizando el bienestar , la política de salud (mental) implica un enfoque que virtualiza la enfermedad , situándola como un potencial inscrito en diversas dimensiones de la vida ordinaria. Al crear un campo de acción de la política de salud mental, la cual focaliza su labor en los inputs que varían los comporta- mientos de una población inscrita en un espacio terri- torial definido, el Estado ubica a los equipos de trabajo en una relación social con territorios , entendidos éstos como masas poblacionales. Si esa relación se privilegia, como se apuntó anteriormente, es para resguardar lo justo , es decir, que la inversión de los recursos estatales alcance para todos . Lo que vamos a hipotetizar es que, en el encuentro con la dimensión cotidiana de la vida, los equipos de salud podrían eventualmente encon- trarse en la tentación táctica de privilegiar una relación social basada en lo que se ha llamado una ética del care . La ética del care se ha conceptualizado desde una ínti- ma relación con lo cotidiano. En oposición a lo justo para todos , si se trata de “aprender a ver lo que es im- portante y no señalado, justamente porque está frente a nuestros ojos”, se trata también de aquello que se ha vuelto invisible por obvio, naturalizado en cierta for- ma de vida que determina la estructura expresiva bajo la cual ciertas modalidades de la vulnerabilidad serán puestas en juego, o no, en relación a otros. La ética del care permitiría una expansión de la ética de la justicia, agregando a su vocación generalista y a su suposición liberal de autonomía originaria en los sujetos, una re- definición en función de lo que constituye la afecta- ción moral subjetiva y la vulnerabilidad generalizada como condición de la ética. El care mantendría la re- flexión ético-política a nivel del suelo accidentado de lo ordinario , enfatizando el hecho común de que las personas se ocupan unas de otras, de que recurrimos a otros para cuidados, buscando un bienestar que se sostiene en una atención particularizada.
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