Depósito de materiales: (LapSoS 2012-2016)
Calle / 15 Podríamos decir aquí entonces que la ciudad si se es- cucha. Los sonidos de su ser artefacto, a veces mecáni- camente malévolo, y al mismo tiempo los sonidos de su humanidad que cuelga precarizada de su estructura y se manifiesta por sobre ese horizonte siempre inte- rrumpido y frustrado a la mirada. (…) El sonido no sólo se trata de escuchar. ¿Escuchamos sin escuchar? La palabra evoca y activa los sentidos en el espacio de la imaginación. La palabra evoca, un objeto evoca un sonido / la reso- nancia es interior / la palabra hace explotar un sonido tal como la palabra desencadena una imagen. Imaginamos y vemos. Imaginamos y escuchamos. ¿Escuchamos con la imaginación? ¿Es posible sustraerse de lo visual?, ¿es posible escu- char sin ver (o dejar de ver para escuchar)? Escuchar es volverse un poco ciego. Parafraseo e intervengo un par de definiciones que nos entrega el compositor Jorge Marínez: Lo acústico del paisaje: Existe un horizonte audible, algunas de cuyas manifestaciones pueden transfor- marse en señales (la captación de señales por presas y depredadores). Siempre oímos pero no todo lo oído es escuchado (el silencio es sólo una posibilidad mental, o dejar de prestar atención). El oído no tiene párpa- dos. Del continuo del paisaje, la mente, el oído recorta porciones generalmente útiles para nuestro actuar co- tidiano. A menudo inconsciente y automático. Toda interrupción de lo “no-oído es recortado del ruido de fondo”, así el paisaje desaparece, quizás dejamos de es- cuchar una totalidad. Lo sonoro: Lo oído ahora es lo escuchado, se torna representación, se vuelve imagen. Es un objeto distin- tivo, susceptible de ser comprendido como gramática, como lenguaje, ordenable (dibujo); ahora hablamos de un sonido (acto mental y cultural). Una vez que algo que se manifestó por sobre el continuo sensible y se transformó, es representación, se irguió como figura sobre un fondo, que ahora sería El Ruido. Esta distinción de lo sonoro, nos puede referir a un sonido más fuerte que, más agudo que, mas saturado que, sin embargo podemos desplazarnos a un territo- rio más frágil, que nos lleva al ámbito de las evocacio- nes, la voz que construye una escena a su alrededor, el sonido que activa nuestra memoria olfativa, el sonido modificado o cargado de sentido a partir de una pro- yección de nuestra psique. Escuchar utilitariamente es la selección de lo necesario para aquello que es lo que nos ocupa, caminar en la calle, cruzar, en definitiva “cuando vamos por la calle con nuestros asuntos”, aquí el oído jerarquiza o enfoca de acuerdo a una necesidad utili- taria, debemos borrar el rumor de fondo, el ruido blanco de la ciudad. Lo acústico. Hay que naturalizar los ruidos para hacerlos menos amenazan- tes: la ciudad tiene un sonido en sí misma, o es sólo la resonancia individual de una mirada cegada por unos instantes que luego sólo escucha. El significado esencial del silencio es la pérdida de la atención . El mundo no deja de sonar. (…) Lo que podría estar amplificando en este momento, es el registro de un recorrido que se inicia a las 23:00 horas cualquier día agosto desde el puente Av. La Paz hacia el norte que busca finalmente circun- dar el perímetro exterior del Ins- tituto Psiquiátrico José Horwitz Barak. Llegué ahí buscando la palabra Malestar y lo que quedaba de un intenso re- cuerdo personal por primera vez en julio de 2012 y ya vuelto a husmear por ahí demasiadas veces. Desde el principio sería obvio suponer que lo registrado sería, ruido blanco, niebla sonora de la ciudad que es gene- ralmente el siempre persistente sonido de automóviles en la lejanía de pronto interrumpida por una voz, un auto que pasa acelerando muy cerca, el aire que roza el micrófono o roza el cuerpo mientras camino. Aunque camino por una calle y no por una avenida, aunque se llame avenida. Luego, al detenerse al final del trayecto, el plan es sentarme en la cuneta un rato, dejando inmó- vil la grabadora y la cámara encimándose al muro en el intento de que registre algo más que su propio ruido. Necesitaba registrar ese silencio, el sonido de esos la- drillos. Naturalmente transcurre uno que otro auto, ruidos de personas en algún otro lugar porque ahí no camina ni pasa casi nadie. Claro, esto es un registro y el registro es un documento. Todos los documentos se comunican en lo material. En los documentos domina la materia, cuanto más hondamente van perdiéndose dentro de un documento, es más denso; materia Sin ánimo de reducir lo dicho, digamos que el docu- mento, en tanto huella a menudo es pura materia sig- nificante e inocente. Parece que no tienen aún nada que ver con alguna clase de representación. Se llama la calle Raimundo Charlín; el muro trasero del Psiquiátrico. Sin embargo estamos en la calle, así, a secas, porque su nombre se vuelve completamente irrelevante. Estamos en la calle porque estamos del lado de afuera y contemplando una ruina y es el rever-
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