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Sueño / 147 Los espacios del sueño Marie France Brunet El gran descubrimiento de Freud no es ni el inconsciente, ni los sueños, de los cuales ya otros habían hablado antes de él. Su gran logro es haber descrito la organización de este inconsciente, sus funciones, sus modalidades de funcionamiento, su relación con la consciencia, y la represión. Funda además la diferencia y la relación entre pro- cesos primarios y secundarios, con la oposición identidad de percepción-identidad de pensamiento. El espacio psíquico del sueño es, desde ahí, un campo de conflicto. (…) La última parte de la obra de Freud y los desarrollos psicoanalíticos posteriores nos han mostrado que el logro de la estructuración del psiquismo no sólo es compleja, sino que no está asegurada bajo esta modalidad, la cual permite el trabajo de repre- sentación, y a partir, de este, la realización alucinatoria de deseo, primera creación psíquica del sujeto. Esta complejidad se hace más evidente a partir de la segunda tópica, que pone a la pulsión, y más aún, a la pulsión de muerte o destructividad, dentro del aparato, en el Ello. A partir de ahí, la representación ya no está asegurada, sino que es una de las posibilidades del psiquismo. Tampoco está asegurada por lo tanto la realización alucinatoria de deseo, ni el predominio del principio del placer. Ello determina el amplio campo de la patología no-neurótica, y en relación al sueño, obliga a considerar otras variantes de las producciones del durmiente, como son las pesadillas, así como las ideas de Bion sobre los sueños que calzan más con el modelo del acto que con el modelo del sueño. En relación con este tema, parece importante rescatar los aportes de Pontalis, quien llama a considerar las formas en que cada suje- to utiliza sus sueños, su experiencia, o su no-experiencia al soñar, el lugar que ocupa el sueño en la tópica subjetiva, las que pueden dar cuenta de la estructura patológica del sujeto. Las pesadillas de manera evidente, pero también ciertas formas de rela- ción del soñante con sus producciones oníricas, ponen en evidencia el fracaso en la estructuración del psiquismo, en la constitución de sus límites, en la representación. Esta se hace insuficiente para contener las fuerzas del Ello. El sueño, tal como lo describiera Freud en el capítulo VII, de los dos constituyentes del Icc, afecto y repre- sentación, reprime el afecto y le da plena cabida a la representación. El reemplazo del Icc con el Ello modifica esto. El afecto, las mociones pulsionales predominan, especialmente cuando los avatares de la relación entre la pulsión y la respuesta del objeto no han sido adecuadas. En estos casos, cuando el principio del placer no se ha logrado establecer, cuando nos encontramos en el más allá de este, las producciones oníricas serán de descarga pulsional masiva, experiencias de terror que reaniman el dolor y el displacer psíquico. El sueño, como guardián del dormir por su capacidad de presentar al deseo como cumplido, realizado, es reemplazado por experiencias de terror que interrumpen abruptamente el dormir y persisten al despertar. Coloquio Sueños 23 y 24 de octubre de 2015 Auditorio Facultad de Ciencias Sociales / Universidad de Chile Edición de ponencias

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