Depósito de materiales: (LapSoS 2012-2016)

124 / LAPSOS _ depósito de materiales 2012–2016 de sociabilidad (de hecho el mismo Hobbes planteaba que el estado de guerra no implicaba un perpetuo esta- do de batalla, sino que una inclinación a la guerra…), sociabilidad definida por ciertas estrategias concretas de producción de la paz, como la institución del don y cuyo horizonte se enmarca en la concreción política de la alianza. Hemos visto en otros trabajos cómo esta política de producción de paz implicó un sistema de registros de alianza en el espacio mapuche independiente anterior a la conquista militar llevada a cabo a fines del siglo xix por los estados chileno y argentino, y que se ma- terializó tanto en la formación de archivos documen- tales por parte de los longkos de la época así como en el uso por parte de estos últimos de uniformes y nom- bres propios donados por autoridades militares y civi- les wingka. En su momento vimos también que estas prácticas lejos de implicar un mero gesto de awingka- miento o de asimilación al orden nacional soberano, afirmaban por el contrario la persistencia de una di- ferencia y de una simetría política que sólo los enemi- gos pueden sostener, en tanto adversarios mutuamen- te legitimados por la guerra que los vincula y que los obliga a negociar y pactar. En otras palabras, el pacto y la alianza lejos de significar una aceptación de la paz implícita que supone el orden soberano, implica una afirmación de la guerra y de la necesidad de la alianza como límite a esta soberanía estato-nacional. Lo anterior puede explicar el que Marcelina asuma su condición de Presidenta del Pueblo Mapuche de la Provincia de Arauco como un devenir Pinochet a nivel local, y en consecuencia como una puesta en suspenso del orden soberano estatal en su territorio, lo que por ejemplo se expresa en un episodio que nos refiriera y en el que tras mandara derribar un árbol frente al auto del gobernador provincial que visitaba su comunidad (esto durante el gobierno de Patricio Aylwin), pro- cedió a “palmetearlo bien palmeteado”: “Fíjate que el gobernador que era de la clase baja, un día se vino a apartar la comunidad, lo ataje, le corté un árbol, le corté un euca al gobernador. Porque hizo 2 grupos (...) entonces, el gobernador venía a hacer la pata el gato, hacer pelearlo a uno y un día ya está güeno le dije yo. ¿Qué pasó con el gobernador?, dije yo, le dije córtele un eucaliptus, voy a conversar con el gobernador. Si no se me calma el gobernador es porque lo palmetéo y bien palmeteao, y se me manda a cambiar”. Ahora bien, no queremos decir que esta puesta en cuestión local del monopolio de la violencia estatal de- rive del devenir Pinochet de Marcelina, sino que por el contrario, que su devenir Pinochet está condicionado desde antes por esta puesta en cuestión. Esto porque asumir este monopolio estatal de la violencia, es de- cir este orden soberano chileno y nacional, pondría en cuestión la potencia de la alianza, y confirmaría el supuesto estatal y soberano por el cual una vez firmada la paz aquel que no asuma este monopolio estatal de la violencia, se transforma en criminal, es decir se trans- forma en un mero objeto de control y represión con el cual no se pacta ni se negocia.Recordemos que desde una perspectiva soberana, con la derrota el enemigo se transforma ante sus ojos en criminal. En este marco podemos dar algunas pistas para com- prender el debatido asunto del voto derechista mapu- che. Sin que tomemos una posición respecto de cuan mayoritaria o minoritaria sea esta tendencia electoral (tema al que se le están dedicando estudios y de los que aun esperamos los resultados), nos parece im- portante tratar de entender las variables que pueden haberlo determinado cuando de hecho se ha dado, y una de estas variables puede tener que ver conlo ante- riormente señalado. Esto pues desde una lógica políti- ca que privilegia el pacto y la alianza como reafirma- ción de una diferencia y de una simetría respecto de un orden soberano entendido como otro y exterior, las estrategias de alianza, incluidas las alianzas políticas y electorales, tenderán a orientarse no hacia los sectores subalternos y más carentes de poder político y militar, sino que a aquellos actores instalados en sus estratos políticos y económicos superiores. Pedro Mariman, en un artículo notable sobre el voto mapuche y los malos resultados de los candidatos mapuche en la región de la Araucanía en 1990, ilustraba esta situación de la si- guiente manera: “un viejo mapuche de Cholchol fue lacónico al contestar por qué no iba a votar por un candidato mapuche: simplemente, según él, «porque si no tenían plata ni para invitar a comer un caballo, menos iban a poder cumplir lo que prometían»”. Re- cordemos en el mismo sentido que Marcelina partía señalando que “el gobernador era de clase baja”…

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