Depósito de materiales: (LapSoS 2012-2016)

Cuerpo / 117 empezó la transición, fue ampliar las páginas sociales, porque, efectivamente, hasta antes del plebiscito del 88, la gente de oposición no aparecía en las páginas so- ciales de El Mercurio. Después del plebiscito empezó a aparecer y, por lo tanto, ampliaron las páginas sociales. Yo creo que eso, simbólicamente, fue muy significativo para mucha gente que renunció a mucho de lo que pro- ponía o sostenía, por una especie de roce social que los hizo olvidar muchas cosas. Si uno mira el panorama latinoamericano y ve, por ejemplo, que en muchos países se están debatiendo le- yes de medios –lo que ocurrió en Ecuador, lo que se está planteando en Argentina– creo que es un punto a revisar. Aunque a veces los remedios pueden ser peor que las enfermedades: no creo, por ejemplo, que el Es- tado tenga, necesariamente, que tener un tercio de los medios, me parece a mí excesivo. Soy reticente a un Estado acaparador. Cuando el Estado se concentra y abusa, sí que es difícil zafar o reclamar. Sí creo que el Estado debería obligar a desconcentrar, o sea, obligar a vender y limitar una concentración que no solo es ho- rizontal, también es vertical y que hace que haya una gran des-sintonía, por así decirlo, entre los políticos y la ciudadanía. El peligro es que entre los medios de comunicación y la ciudadanía se produzca un vacío o una distancia gi- gantesca. Creo que el esfuerzo que hacemos algunos es insuficiente; las excepciones, por excepcionales, final- mente aportan, pero no modifican el panorama. Y uno puede terminar siendo el ejemplo, en virtud del cual se mencione la existencia de una diversidad que, al final, es tan poco significativa, que no cambia las cosas.

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