Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas

Territorios, otredades y cuerpos: Vidas cotidianas y extranjerías – 87 sucede, donde nos subjetivamos, lo que no se logra normar ni regular del todo. Es así que Giannini nos decía que la vida cotidiana también contiene la transgresión. A ésta la ubicaba en el espacio público, en la calle, por lo abierto y capaz de acoger lo emergente, lo temido, lo que sorprende. Y sería este tramo el que se abre a lo otro, a acoger y reconocer en el encuentro imprevisto. En este sentido, la cotidianeidad legüina, de la laguna y migrante cabe e incluso complementa el sentido de una co- tidianeidad ética —al decir del maestro Giannini— que permite acoger al otro y reconocerlo en su diversidad y particular forma de construirse. ¿Pero qué sucede cuando lo transgresor no solo se acepta, sino que se constituye en la materia prima que se amplifica en una producción hiperbolizada y alienante de la cotidianeidad a escala humana? Se transgrede lo transgresor… Y, por su parte y su propio sendero, los medios de comunicación trabajan ins- talando visiones y versiones ya no solo de la noticia, lo público, lo extraordinario; hace rato que han descubierto que el nicho del mundo privado vende más. Mostrar el día a día de los sujetos, filtrados por el lente de lo que se espectaculariza, lleva a que las cámaras y plumas mediáticas presenten versiones histerizadas del cotidiano; así se enfoca lo marginal-temido, lo popular-novelesco, lo migrante-disruptivo. Líneas todas que provocan distancias y ajenidades estereotipadas de esos otros. Intervención mediática también, que se constituye como un metaterritorio desde el que se pueden caricaturizar los territorios otros, los que sí se caminan y respiran. ¿Cómo conjugar los nomadismos y las diferencias con un dispositivo cuyo instrumento y fin es generar recortes, imponer fotos con una sola faz, aquella que encandila y genera insomnios? ¿Cómo seguir el curso de una cotidianeidad de ma- rionetas? También parece pobre, vulgar casi, la retórica y hasta logística del miedo masivo y la comunicación de la otredad. Textos de manuales de las representaciones de los grupos, en que la formación de la identidad propia, necesaria también para afirmar la autoridad del grupo como tal, esta vez sobre el individuo se construye mediante la especulación de otro, reducido a tal fin a imagen y semejanza del fantasma del pri- mero. Así como el horrible, o el umheimlich , que se aborrece pues lo más opuesto a la imagen querida del grupo, es al mismo tiempo, insospechadamente, su otro odioso más familiar. Es su propio otro. Cada pueblo construye su flaite, o sus varios, y así lo hace pues los necesita entre otras cosas para aceitar su propia conjetura imaginaria. Pero el recurso es mantenido y hasta deformado ya en esquema —como bien lo ha identificado, como el cuadro ideológico, Van Dijk, cuando señala que todo consiste en amplificar lo bueno propio y lo malo ajeno, y disminuir la visibilidad de lo malo propio y de lo bueno ajeno— en una economía basta de, dicho a dicho, ir tallando el doble estereotipo del nosotros bueno y el otro malo o fantasmagórico. Más interesante será seguir la pista no solo del recurso general de la construcción

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