Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas
86 – Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas integrable, compleja, o por último, multidimensional, que le hace creer entonces que está en una vía nunca intentada por un Estado que, hasta la fecha, venía jugando a la intervención y el abandono, y volviendo siempre solo como una cuestión de fronteras y límites (la misma que traspasó la línea del flaitismo) policiales o jurisdic- cionales. Pero solo muestra el vacío o el lugar del vacío del otro, esta vez, como en La Laguna, ante sí mismo. Es una intervención y no un auto regeneración. Con todo, el avance es sustantivo. Pero le falta acaso aquella chispa de regeneración social o subjetiva que parte de un actor reflexionando quién es, dónde está. Ocurriría como si la intervención tuviere ya claro quién es La Legua y dónde está. Que los legüinos lo tuvieren resuelto ya, y que les gustara. Y que aquella unidad posible, fuera de ellos, pero de ellos también, como lo bonito de ellos que no pueden aceptarse obligados como están a portar el estigma, ya para esconderse, ya para alardearlo; ya para inhi- bir todo resto de subjetividad, ya para enrostrar al enrostrador con el chin chin y la voz aflaitada. Lo que se parte desde arriba, nunca encuentra la unidad, pues siempre quedará por encima, o se pasará, pues habrá pulverizado lo que no veía por su propio lente simple. Se puede sectorizar todo lo que quiera la vida, y racionalizar y modelar así la intervención en todas las dimensiones que aguante la carta Gantt; pero la unidad del asunto puede estar igualmente fuera, en el prólogo de aquella carta que nos escri- be, o en el prólogo que tampoco se pronunció. Y esa unidad —del lugar, del sujeto y su lugar, del poblar— ¿dónde se encuentra?, no se sabe, pero ¿cómo?, como hicieron mirándose en la propia Laguna. La racionalidad se ha erigido como una vía que ontologiza a los seres humanos desde un único plano de posibilidades, dejando fuera cuerpos, deseos y vínculos, en la vía de poder extirpar aquello que aparece como incierto, que atemoriza, que no se logra capturar ni clasificar. No solo el Estado interventor, sino los cientistas sociales y sus praxis, y los investigadores hemos sido formados desde una etimología de matriz cientificista que en consecuencia trabaja desde y hacia una objetivación racionalizante: lo que estudiamos lo comprendemos desde y por medio de la razón, generando como producto conocimientos que cercenan buena parte de nuestra hu- manidad, de nuestra vida social. Intervenir sin imponer… habitar sin ser extranjero, estar dentro sin negar que se viene de afuera… los investigadores y trabajadores de la praxis comunitaria nos enfrentamos todo el rato a la disputa de aquel que tiene un sueño y no sabe cómo compartirlo. Llegar con una idea, escuchar lo que el otro quiere, entretejer en este encuentro, integrar, regenerar… ¿será posible soñar en grupo? Y volviendo al comienzo… Si lo que nos convoca ha sido hablar de vida cotidia- na. ¿De qué cotidiano hablamos? Se ha propuesto como lo rutinario, lo recurrente, lo de todos los días, lo que no muta. Pero también como mundo próximo, lo que nos
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=