Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas
Territorios, otredades y cuerpos: Vidas cotidianas y extranjerías – 85 manejándolo— y encontrando allí como en su casa más íntima. Se puede mentir, y se está fuera. Se puede callar, y también se queda uno fuera. Pero impostar la voz es estar más allá de afuera, ajeno. Pues la postura natural es la voz, la impostura es la voz de otro. Y es acaso lo que revela un signo profundo de los sujetos, y de sus grupos, pero no al modo directo en el sentido que hubiere algunas sonoridades más o menos valiosas. Lo ridículo de tal idea evita detenerse en ella. Lo que si ocurriría, a nuestro juicio, es que es distintivo de sujetos, y de sus grupos, el modo en que se las hacen con su identidad de voz; esto es, con la fonética y la prosodia de su grupo y los modos de hacérselas con las fonéticas y prosodias de otros. Con los otros, y entre los otros, el sujeto se relaciona con su fonética como ante un signo de pertenencia a su grupo. Se reacciona entonces como grupo, entre los otros grupos. Por sobre todo, cabe imaginar una experiencia subjetiva mayor, bordeando lo absoluto, de la relación del sujeto con su propia voz, como un reconocimiento de su identidad viva: cuando es sujeto y cuerpo, y cuando es quien es y quien su grupo dice. Aportar entonces con registros etnográficos que caminen al lado de esa música, que escuchen con sorpresa o cercanía, pero desde una cotidianeidad amistosa, po- dría facilitar otra escucha: la escucha de los cuerpos migrantes. Cuerpos como terri- torios que comienzan a conformar la ciudad, desde el ritmo de sus pasos, el sonido de los instrumentos, el canto y las caderas en movimiento. Así en el circular de esos intentos otros… que miran, escuchan, que ven, o tal vez usan equinas anteojeras o construyen versiones desde instagram; que se ubican desde la sordera o escuchan desde los filtros acústicos que catalogan... tal vez por marcar, para distinguir. Parecen entonces limitados los enfoques e intentos desde el otro lado, del más acá social que situó a La Laguna y a La Legua en las afueras, así interiores, de sí… y que baila y cojea al ritmo de sones migrantes. ¿Dónde y cómo se mueve el Estado? ¿Qué estrategias intenciona? Para el Es- tado, la receta por lo menos ahora trae más complejidad. A la simple fórmula del control policial, cierto que como se señaló a propósito de otra agenda, en la medida de lo posible, se complementa ahora una búsqueda de apertura a la complejidad constituyente de aquel otro. Al menos ya no se le ve en el lenguaje simple del viejo juego infantil del policía y el ladrón, sino en la compleja del otro excluido y la esta- talidad excluyente. Así, hasta el Estado aprendió que gobernar es integrar. Es interesante el recurso que utiliza como imaginación de lo posible: intersectorialidad preventiva. Una suer- te de cura por la racionalidad tecnocrática que lo saca del simplismo burocrático de las políticas sectoriales y analogías, sino que intenta lo tan imposible como necesario llamado “integralidad”. Puede con eso creer que tiene ante sí, al menos, una imagen
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