Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas
60 – Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas referencia cotidianos. Visto así, el inmigrante es, por definición, un ser que acontece y la música, su escucha musical, puede ser pensada como un despliegue práctico dirigido a domes- ticar y conjurar ese acontecer. Decimos que el inmigrante acontece debido a que su vida actual está plagada de hechos y eventos que modifican sus formas de compren- der el mundo y la propia experiencia. Tal como recalcan Bensa y Fassin (2002), la principal característica del acontecimiento es la ruptura de la inteligibilidad, de los automatismos de pensamiento, de la evidencia de las pruebas. El acontecimiento nos deja ahí, frente a él, perplejos. La familiaridad queda entre paréntesis y nos ve- mos de lleno en el plano de lo extraordinario. La cotidianeidad del inmigrante es, desde esta perspectiva, un tanto paradójica puesto que posee un carácter diario y habitual, pero carece de la condición sistemá- tica que provee de inteligibilidad y familiaridad en su relación con el medio que le acoge. El desplazamiento geográfico es, por lo tanto, una intervención en la condi- ción acumulativa y recurrente de los desempeños diarios. Dicho de otra forma, la “arquitectura de gestos, sensaciones y percepciones” (Le Breton, 2002, p. 99) que conforma nuestra cotidianeidad se ve, en el caso de los inmigrantes, intervenida por el hecho de habitar un lugar cuyos ordenamientos y demarcaciones les resultan aje- nos, dificultando el flujo sensorial y significativo que le otorga consistencia y orien- tación a sus actividades, flujo que se sostiene en relaciones intersubjetivas, pero tam- bién en relaciones con objetos, materialidades y “cuerpos animados” (Thrift, 2006). Entonces, si el acontecimiento es aquello para lo que no tenemos categorías de pensamiento, aquello que buscamos asimilar a lo ya conocido (de un modo casi pulsional), aquello que necesitamos integrar a nuestro repertorio de lo pensable, es plausible decir que el inmigrante está permanentemente sometido al aconteci- mientos y su vida cotidiana adopta un carácter “ événementielle ”, en la medida que está atravesada por la experiencia de enfrentar una serie de realidades (corporales, territoriales, lingüísticas, etc.) distintas y desconocidas. Acontecimiento es, en otras palabras, aquello que el inmigrante experimenta a diario. Su vida cotidiana carece de rutinas, está montada en tiempos ajenos y escasea en ritmos propios. En efecto, como indican Lefebvre y Régulier (1985), la vida cotidiana es un pro- ducto social que se conforma de acuerdo a, entre otros factores, los procesos propios de la organización socioeconómica de la producción y del consumo. Solo que la vida cotidiana, para estos autores, no es una serie de lapsos de tiempo, sino que un encadenamiento rítmico de ellos, es decir, una sucesión diferenciada, con momentos fuertes y débiles, un movimiento de conjunto que articula todos los elementos y una memoria. Puestos en esa situación, proponemos que las prácticas de uso, escucha y produc- ción musical y, más ampliamente, sonora, buscan estabilizar la vida cotidiana de los
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