Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas
Música y sonoridadmigrante en el barrio: crear cotidianeidad, domesticar el territorio – 59 entonces que toda práctica sensorial se encuentra siempre socialmente modelada y, por lo tanto, que lo social no se manifiesta sólo en forma “objetivada” o “institu- cionalizada”, sino que también en forma “encarnada” en los cuerpos humanos (Pec- queux, 2012). Para Le Breton (2002), el cuerpo juega un papel clave en el modelamiento de nuestra vivencia cotidiana, ya que su uso sistemático nos entrega inteligibilidad y familiaridad hacia nuestro entorno y, por lo tanto, nos provee de la seguridad bá- sica que necesitamos en nuestros desempeños diarios. De hecho, el autor habla de una “corriente sensorial ininterrumpida [que] le otorga consistencia y orientación” (2002, p. 99) a nuestra experiencia cotidiana; una suerte de “arquitectura de gestos, sensaciones y percepciones” (2002, p. 92) de las que no necesariamente somos cons- cientes pero que moldean nuestra vivencia. En el caso del migrante su relación con el cuerpo es, en cierta forma, contraria a la descrita por Le Breton respecto de la co- tidianeidad: para el antropólogo francés “el cuerpo se borra, desaparece del campo de la conciencia, diluido en el cuasi-automatismo de los rituales diarios” (2002, p. 121), mientras que en el caso del inmigrante el cuerpo se vuelve consciente debido a su diferencia y singularidad respecto de los habitantes del territorio de llegada. El andar, el vestir y, en nuestro caso, el hablar y el pronunciar, pierden su naturalidad y transparencia, dejando de pasar inadvertidos, convirtiéndose en focos de atención y objetos de acción. Lo cotidiano en el cuerpo del inmigrante no es lo banal, familiar u ordinario de antes, justamente porque aunque frecuente, ya no es lo obvio. Antes era algo dado y secundario. Ahora, predomina una sensación de extrañeza o de no- estar-en-casa y la inquietud que genera brota de su inconmensurabilidad de posibi- lidades y de una contingencia radical. Así, el migrante encuentra en su propio cuerpo el principal campo de acción para desplegar sus intenciones, sus tácticas y sus estrategias: se debe reapropiar de él, tanto si pretende disimular y pasar inadvertido, como si busca marcar su diferencia y captar la atención de los otros. Más aún, el simple hecho de vivir en el territorio de otros implica el despliegue de “artes de hacer” sobre su propio cuerpo. En cualquier caso, el migrante solo depende de sí mismo para actuar sobre su cuerpo, cosa que no ocurre con el barrio que habita, ni con el trabajo que realiza, ni con las instituciones con las que se vincula, y esto convierte a su cuerpo en espacio de acción, de apropia- ción y en territorio. Acontecimiento y vida cotidiana En este sentido, cabe señalar que la llegada de población migrante es un aconteci- miento para el territorio de acogida, pero también lo es para el propio migrante que experimenta el viaje, el desplazamiento y la consecuente pérdida de los marcos de
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