Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas

58 – Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas como transmisor de intenciones, usos y sentidos de vidas cotidianas alteradas. La modulación retórica del sonido de los inmigrantes es la expresión de un colectivo de aprendizajes que se forjó en un tiempo y espacio alternos. Ella, en su actualidad, pone en circulación símbolos que ocupan el espacio de encuentro e intercambio con el otro, constituyéndose en una verdadera intervención y marcaje material del territorio. El inmigrante suena distinto, marca su ruta y hace que el lugar cambie. El territorio se escucha distinto y con ello, el inmigrante coloniza, disputa y, finalmen- te, espera su naturalización a la ecología sonora del lugar. Extraña, alerta, marca, disputa y se integra. El cuerpo y el territorio o el cuerpo como territorio El portador de esas sonoridades y modulaciones retóricas del sonido no es otro que el propio cuerpo que ahora se vuelve el depositario de un marcaje que antes ocu- rría en el territorio de la convivencia matriz. Proponemos la idea de “cuerpo como territorio” para aludir al proceso de desplazamiento y relocalización que lleva a los migrantes a convertir su propio cuerpo en el lugar privilegiado donde desencadenar su agencia, en desmedro —relativo— de la institucionalidad, la comunidad o la lo- calidad (Soto, 2013). La posibilidad de concebir al cuerpo como territorio —en búsqueda de recu- perar la integridad descentrada por la migración—, supone desandar la distinción moderna entre hombre y naturaleza como opuestos (Bauman, 2013), ya que el lugar donde primero habita el ser humano es su propio cuerpo y es éste el que debe reha- bitarse para mantener la existencia o la vida en unidad de capacidades y sentidos para continuar siendo persona. Pero este “lugar privilegiado” (cuerpo), no está nunca se- parado del entorno, sólo se ha potenciado ante el debilitamiento de las unidades de protección social habituales, pasando a ser la geografía principal donde mapearse, readministrar y recuperarse del descentramiento (Guzmán, 2010). Esto significa que la pregunta por la sonoridad y la musicalidad es también una interrogante por la condición de mediador y agencia sonora del cuerpo, y por su capacidad de insinuar y hasta mostrar aquello que se alteró, que se desplazó, y que ahora se resignifica. Así, se trataría de volver a escuchar el territorio corporal, el mis- mo que probablemente haya comenzado a agenciar la migración antes que sean re- flexiones o actos consientes. Lo audible en el inmigrante remite a otro tiempo, lugar y significados, pero es, además, corporal y portátil: “…cada sonido y experiencia sonora tiene una historia precedente de articulaciones que, sin ser muy conscientes de ello, los articulan y re- lacionan en nuestra corporalidad y memoria más profundas a unos valores y a unas sensaciones concretos” (Ayats, 2009, p.17). Lo audible en el migrante nos recuerda

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