Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas
Música y sonoridadmigrante en el barrio: crear cotidianeidad, domesticar el territorio – 57 Dicha mediación se produciría de un modo cotidiano y, muchas veces, no intencio- nal, por cuanto la sonoridad de la que hablamos se encuentra inscrita en el propio cuerpo y es el resultado de la convivencia y de los vínculos heredados de los antepa- sados, lo que hace que funcione de un modo natural y fluido, que opere más allá de la intencionalidad de su portador. Una sonoridad que hace parte de las “operaciones microscópicas” que marcan y significan tanto al emisor como a las circunstancias de su emisión. En efecto, lo sonoro no posee la durabilidad de lo gráfico. Sin embargo, su po- tencia de provocador instantáneo, es evidente e incluso puede llegar a convertirse en una interpelación a quien la escucha. Tanto el habla, como el acento, los fonemas y las onomatopeyas constituyen un vehículo que llega casi al unísono de la presencia física de su emisor y tienen una pregnancia emocional que disputa el poder simbóli- co de cualquier otro lenguaje, puesto que para impactar al receptor requieren única- mente de ser oídos. Estas formas de mediación nos llevan a pensar en que sonoridad y musicalidad se presentan como “modulaciones de la retórica del sonido” (Ayats, 2009, p. 17) puesto que pueden ser pensadas como variaciones sonoras armonizadas a sus circunstancias de emisión, es decir, a la práctica y a la ecología de la que hacen parte y que, además, resultan eficaces a ellas, especialmente en su repetición 1 . La idea de modulación retórica del sonido indica que la sonoridad y musicali- dad cotidiana de los migrantes —y de cualquier individuo— no requiere de codi- ficación de contenidos, puesto que “suena” como un mensaje proveniente de otro habitus que impacta al que escucha, porque le hace extrañarse de manera inevitable e involuntaria, aun cuando el emisor no pretenda impactar. Esta forma de sonoridad inherente e inevitable no es de fácil disfraz, por lo que se constituye en el lugar perfecto para el prejuicio ya que altera la sonoridad del te- rritorio de acogida, aquella donde imperaba lo tradicional, lo vivido como natural y sin cuestionamientos, hasta la llegada de fonética inmigrante. La cotidianeidad representaría el dominio “no [de] la falsedad, sino de la apariencia convenida” (Bé- gaut, 2009, p.10), que ahora se ha visto alterada. La expresión de un sonido que no es familiar, inquieta e invita a elucidarlo porque aun siendo una misma lengua, suena extraño y por ello extraordinario y, además, acontece en el propio territorio del receptor. Así, esta tensión no la genera necesariamente el idioma del hablante, porque puede tratarse de una misma lengua. Lo que alerta es la alteración sonora de una experiencia conocida. En ese sentido, la potencia de la modulación retórica del sonido es que opera 1 Esta es una propuesta de definición construida sobre la base de las definiciones de “modular” y “retórica”. Recordemos, respecto de esta última, que remite al arte de dar eficacia al lenguaje para conseguir deleitar, persuadir o conmover al interlocutor y la audiencia.
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