Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas

Vidas cotidianas intervenidas: relación del Estado con las formas de vida en la población La Legua – 143 (regularizar antecedentes penales, ubicación laboral, comité de allegados), mientras que por otra, se sabe que estos beneficios no son para toda la población, sino para ciertos grupos adherentes. En todo caso, no solo negarse a la intervención es difícil, sino que criticar a los que participan o deciden ser beneficiarios también. En con- creto, la fragmentación consiste en la división de los vecinos entre aquellos a favor, aquellos que prefieren no opinar y aquellos que están en contra de la intervención, en todos o en algunos de sus aspectos, impidiendo la puesta en común de sus preo- cupaciones o intereses. En este marco, temer que un efecto posible de la intervención estatal en La Le- gua pueda ser la creciente fragmentación del tejido social, resulta ser relevante, sobre todo si se considera la historia de la población, su tradición de organización terri- torial y lo que suele describirse como su fuerte componente identitario. Esto nos llamó la atención puesto que coincide con los estudios de Wacquant (2007), donde el efecto saliente más evidente de estas formas de intervención es minar la confianza y solidaridad local. Si bien la confianza y la solidaridad local son emergentes frecuentes en reunio- nes, comentarios y conversaciones como marcas de identidad local, en el registro de situaciones cotidianas ligadas a los programas de Iniciativa Legua, son esos valores los que están instalados como problemáticos. Para intentar comprender el peso de estas tensiones en las relaciones entre vecinos, nos pareció relevante la consideración identitaria del territorio. Una imagen preponderante que ha sido parte de nuestro acercamiento al territorio, tiene relación con el preeminente arraigo biográfico pre- sente en situaciones relatadas y en conversaciones con vecinos. La pertenencia al lugar, como valor genealógico y de sentido personal, familiar y colectivo, es un hito presente en las conversaciones cotidianas. Permanentemente se volvió relevante, como pregunta del equipo, el peso que se le otorgaba a la pertenencia territorial. Ya sea como vía de resistencia del vecino ha- cia alguien desconocido, o como forma de identificación entre vecinos, el ser legüi- no surgía como el valor saliente principal, queriéndolo o padeciéndolo, como valor identitario referido a la pertenencia genealógica al lugar. Así, los relatos de comuni- dad y lazos de fraternidad conviven con las formas de estigmatización mediáticas de sus habitantes, configurando un espacio de reconocimiento problemático. En este sentido, es en relación con la intervención del Estado donde el problema de la fide- lidad al ser legüino se vuelve especialmente delicada. Cuando se trata de dirimir y conciliar las diferentes visiones y posturas en conflicto, respecto al actuar del Estado, los códigos de reconocimiento territoriales precedentes y vinculadas a los liderazgos históricos en la población, generan entre los vecinos un terreno crítico, donde las posturas actuales se experimentan como un asunto de deslealtades entre ellos y de traición al sentido de pertenencia colectiva.

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