Dossier N°7 del programa de Estudios Comunitarios Latinoamericanos de la Universidad de Chile: COVID-19, feminismo decolonial y revueltas populares

V ICENTE -X ILOJ , M. D ESCOLONIZANDO LA SUBJETIVIDAD OPRIMIDA : EXPERIENCIAS SITUADAS COMO MUJER INDÍGENA He buscado comprender cómo nuestras abuelas y abuelos, vivieron y resistieron la imposición colonial, religiosa, machista, y patriarcal, y lo más cercano que tengo es mi familia y mi comunidad. Comparto un dato autobiográfico: Siempre vi un abuelo amoroso, comprensivo, también estricto y enojado, regresando agotado del campo. Vi una abuela igualmente amorosa, en la cocina preparando los alimentos para todos sus hijos, y para la venta en el mercado. Ambos con un carácter férreo, con una sabiduría inigualable. Mi abuelo fue perdiendo la audición, mi abuela la visión. Igual vi a mis tíos haciendo oficios en la casa, cuidando a los niños, y a sus esposas trabajando en el comercio. Veía a mi bisabuela muy anciana sentada en el gran patio, fumando a solas, mi madre decía “no la molesten, ella es la gran abuela”. También recuerdo que el alcoholismo entre los hombres de la familia desdibujaba estos días tranquilos (Recuerdos de una niña indígena, 1984). La idea de complementariedad entre hombre y mujer la viví desde ellos, la que refleja que van de la mano por la vida, y en el idioma se expresa como ejuk´ulaj personas que se encuentran rostro con rostro, o cuando constituirán una familia en la expresión qak´ulajkib´ nos recibimos mutuamente tal como somos (Pu Tzunux, 2007, p. 33). En la cosmogonía maya la relación entre hombre y mujer no es de dominación o polarización, sino de complementariedad. [Esta relación] se da porque la armonía condiciona la existencia y el progreso de ambos, es decir, que no puede generar uno sin el otro. También es contradictorio, porque el valor apreciado de la armonía existente entre ellos, o sea que el uno no puede reducirse al otro, guardan su integridad y su propia especificidad para conformar la eterna unidad (Batzibal Tujal, 2000: p. 29). Dentro de la cultura maya, el machismo no es un problema de hombre y mujer, sino que vino de un sistema impuesto, un sistema colonial y neocolonial violento que contrapone a hombre y mujer, en relación con el poder que cada uno posee de acuerdo con sus roles (Batzibal Tujal, 2000). Estos roles implantados según el género consisten en la institucionalización social de la diferencia del sexo, no es una categoría descriptiva, es más bien una normativa que determina la percepción social de las mujeres y los varones. Este enfoque considera que la femenidad y la masculinidad, como construcciones sociales, sirven para perpetuar la estructura y funcionamiento de una sociedad. El género en la organización social no es la diferencia misma, sino el modo en el que se la significa y se la valora, en el modo en que se la interpreta y se la vive (Pu Tzunux, 2007, p. 55). Concuerdo con Pu Tzunux (2007) en esto último, el mundo dentro de la vida indígena interpreta la femenidad y masculinidad desde su propia cosmovisión de vida, desde como la vive en la cotidianidad. Desde donde me afirmo hoy Estoy convencida desde mi propia experiencia (puede ser diferente para otros) que la lucha viene de los procesos de descolonización que emprendamos cada uno-a desde nuestras diferentes trincheras: desde el campo, desde la escuela, desde la universidad, desde los movimientos sociales, desde los espacios de liderazgo, desde los espacios de poder a los cuales hayamos accedido. 49

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=