Dossier N°7 del programa de Estudios Comunitarios Latinoamericanos de la Universidad de Chile: COVID-19, feminismo decolonial y revueltas populares
S ÁNCHEZ , A. F RAGUANDO UN ECOFEMINISMO DECOLONIAL Y COMUNITARIO : REFLEXIONES DESDE LOS TERRITORIOS / CUERPOS , SACRIFICADOS POR LOS EXTRACTIVISMO EN C HILE colonización de las naturalezas y las culturas latinoamericanas (Beltrán-Barrera, 2018). Por consiguiente, se vuelve necesario tomar en consideración la historia larga de Latinoamérica y con ello, incorporar el hecho colonial como hito dentro de un proceso histórico de imposición de una forma de ser, conocer y estar en el mundo, que tiene como pilar fundamental la racionalidad moderna (Gebara, 1997). A partir de esta consideración, América latina en su amplia extensión, podría considerarse como una zona de sacrificio, ya que, la violencia y el expolio de la naturaleza y de sus pueblos constituye una marca de inferiorización insoslayable para nuestra región (Grosfoguel, 2013). Por ende, al analizar la configuración de las zonas de sacrificio desde una perspectiva histórica, nos percatamos que estos territorios constituyen un problema estructural de racismo ecológico que ha tomado forma desde la instauración del hecho colonial, pero que se ha reconfigurado mediante un proceso de colonialismo interno sostenido a nivel institucional, social y subjetivo que se ha perpetuado mediante el Estado-nación y el mestizaje (Rivera-Cusicanqui, 2010). En este sentido, consideramos el fenómeno del racismo más allá de un estereotipo o una traza identitaria que signa una marca fenotípica en relación al color de piel; este proceso para el caso de las zonas de sacrificio, ha sido dado por la marca persistentemente de la contaminación y el empobrecimiento de su población. Si bien en Chile, las poblaciones que residen en territorios altamente contaminados quizás no reciban etiquetas racistas con relación a las marcas de color de piel, sí es posible constatar un racismo que se ejerce como una negligencia permanente por parte del Estado frente al resguardo de los derechos humanos fundamentales de la población. La impronta colonial se instituyó, y su proceso instituyente se ha expresado y sostenido en las narrativas neocolonizadoras, las que han ido transformando los discursos modernos en los que se han inscrito los discursos civilizatorios del siglo XIX, las narrativas desarrollistas del siglo XX, hasta las peroratas respecto a la globalización económica y sociocultural de la época neoliberal en la actualidad. Creemos que los discursos asociados al progreso, el desarrollo, el trabajo asalariado y la superación de la condición de pobreza, resguardan simbólicamente a los extractivismos y pavimentan el camino para perpetuar el expolio de la naturaleza y de la fuerza de trabajo de los cuerpos signados como masculinos y femeninos. Estos discursos han sido acuñados por los Estados nacionales latinoamericanos y, mediante su institucionalización, han sido promovidos, implementados e internalizados (de Oto & Catelli, 2018). En esta línea, se ha incorporado el “trabajo” o más bien, la explotación de la fuerza de trabajo, como una de bases que sostiene al capitalismo. No obstante, este sistema no hubiera podido implementarse, sostenerse y expandirse, si no hubiera sido,por el expolio de la naturaleza y de la fuerza de trabajo femenina (Federici, 2004). En consecuencia, las zonas de sacrificio son una expresión de un complejo fenómeno de racismo ecológico producido por un sistema capitalista y patriarcal, que ejerce dominio y expolio del potencial vital de la naturaleza y de los cuerpos territorios/femeninos, con la finalidad de asegurar las desigualdades que el capitalismo requiere (Moreno, 2019). 42
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