Dossier N°7 del programa de Estudios Comunitarios Latinoamericanos de la Universidad de Chile: COVID-19, feminismo decolonial y revueltas populares

M ONTALVO -R EINOSO , R. F EMINISMO DECOLONIAL : N UEVAS MIRADAS Y CONSTRUCCIONES COLECTIVAS Por supuesto, tampoco podemos dejar de mencionar cómo la colonialidad, tanto como el patriarcado, ha sido clave para colocar a las mujeres en posición subordinada e inferiorizante en las comunidades. Me contaba Clelia Rivero, una lideresa ayacuchana que fue presidenta de una gran organización de mujeres ayacuchanas, que trabaja por la recuperación identitaria, los valores, las prácticas y sentidos de vida de los pueblos quechuas. Ella dice: Me ha hecho difícil que las mujeres de las comunidades se reconozcan tan fácilmente como mujeres indígenas, a pesar de que hablamos, conversamos. Yo sentía ese mismo miedo por la discriminación, miedo o vergüenza de poder identificarse fácilmente como mujer indígena. Se ha hecho difícil y eso a mí me frustraba, que no entiendan eso del autorreconocimiento propio, y a veces me sentía mal, como si yo estuviera forzándolas, pero era la misma discriminación y su entorno de como las trataban (C. Rivero, comunicación personal, 1º de junio de 2020). Este es un ejemplo claro de lo que plantea Aura Cumes (2012), intelectual indígena guatemalteca, al señalar que tanto el colonialismo como el patriarcado: Han sido capaces de afectar el sentido de la vida en el orden social en que vivimos porque interviene en las relaciones de poder y nos da forma de acuerdo a nuestra posición en el sistema de jerarquías y privilegios. Nos reorganiza desde adentro (p. 12). En esta reorganización, la negación y subvaloración del saber de las mujeres indígenas, de los procesos cognitivos que las mujeres desarrollan en sus prácticas cotidianas, siguen siendo expresión de las relaciones de poder que viven los pueblos y las mujeres especialmente, pese al rol fundamental que juegan en la preservación de las culturas y en la trasmisión de saberes a las futuras generaciones. Pero es aquí también donde mujeres como Clelia o Gladis y tantas otras que están construyendo las organizaciones de mujeres indígenas, de mujeres rurales, de mujeres afrodescendientes, defendiendo los territorios contra la voracidad del capital, están tejiendo las resistencias, reconociéndose como mujeres indígenas y asumiendo un importante rol de liderazgo. Han recuperado los conocimientos construidos colectivamente, considerándolos fundamentales para la preservación de sus pueblos y familias, para los no indígenas y para este nuevo tiempo en que caminan por nuevos senderos. Recuperando la historia de sus ancestras, tejen también los hilos de continuidad con el futuro, bordan las imágenes de las mujeres que quieren ser en un proceso de construcción colectiva que une pasado, presente y futuro. Desde estos saberes acumulados, de sus luchas cotidianas, de defender sus territorios, van transformándose las subjetividades de las mujeres, construyendo una “subjetividad resistente” (Lugones, 2010, p. 746) fortaleciendo sus propias autopercepciones y, en ese tránsito van modificándose también las percepciones de los hombres y otras mujeres de las comunidades, colocando las bases para horadar estos ejes de opresión. Quiero agregar aquí algo que me parece pertinente, pues constituyen hitos para el movimiento feminista en la región y han sido los encuentros feministas. En estos espacios, se han dado fuertes debates y desencuentros que han remecido al movimiento, muchas veces colocando a unas y otras a un lado o a otro. No voy a ahondar en estos debates, sino señalar uno de estos hitos que me parece fundamental en el cambio de miradas que se va dando en los feminismos en el Perú. El XIII Encuentro feminista latinoamericano y del Caribe realizado en Lima, fue 37

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