¿Quién dijo que no se puede? Escuelas efectivas en sectores de pobreza
86 PRIMERA PARTE E S C U E L A S E F E C T I V A S E N S E C T O R E S D E P O B R E Z A CAPÍTULO IV La enseñanza en l as escue l as e f ec t i vas Pero es el uso intensivo de las horas de clases lo más significativo en esta dimensión. Esto involucra diferentes aspectos y niveles: • la cuestión básica de comenzar de inmediato y extender la clase hasta el final del período previsto; • los profesores y los alumnos sostienen un ritmo intenso de trabajo , evitando las discontinuidades, pausas o tiempos muertos; • generalmente los profesores planifican un amplio y variado conjunto de actividades , de forma que en las clases se alternan diferentes momentos y –si alguna actividad no resulta o se agota tempranamente– siempre tienen herramientas adicionales a las que recurrir para mantener a los alumnos en actividades relevantes; • los docentes procuran mantener involucrados a todos sus estudiantes , de forma que el tiempo individual de estudio sea lo más equivalente posible al tiempo formal de instrucción. Todo el tiempo para todos los niños. Ciertamente, algunas condiciones de la pedagogía de estos docentes son las que permiten un uso tan intensivo del tiempo. En primer término, la buena planificación y alta estructuración de las clases ya analizada. En segundo lugar, la buena capacidad de comunicación y motivación hacia los alumnos: los docentes logran entusiasmarlos y son convocadores, lo que se expresa, generalmente, en altos niveles de participación en las clases. En tercer lugar, muchos de estos profesores alternan variadas actividades en una misma clase, con el declarado propósito de evitar el aburrimiento de los alumnos y sostener por más tiempo su motivación. Se podría afirmar que invitan a los alumnos a un desafío y luego son capaces de estar a la altura de las expectativas; con ello, la misma acción de los profesores va generando en los alumnos las predisposiciones que posibilitan esta demandante pedagogía en el futuro. Alto sentido del rigor y prácticas consistentes: del ritual al trabajo Los docentes estudiados hacen que sus alumnos obtengan buenos logros, probablemente, porque ellos tienen un alto sentido del logro para sí mismos; promueven la excelencia entre sus estudiantes, porque ellos se orientan hacia la excelencia; son exigentes con sus alumnos y también consigo mismos. Esto se expresa en aspectos previos a la clase, como son el constante perfeccionamiento y estudio, la buena planificación y permanente evaluación del trabajo pedagógico. Pero también se materializa en aspectos sutiles y poco visibles de las clases que, sin embargo, hacen una gran diferencia en cuanto a la efectividad de las prácticas de enseñanza. Tal vez la mejor forma de comprender ese sello de rigor sea enfatizando que, pese a la enorme diversidad metodológica encontrada, la mayoría de los profesores no se define necesariamente orientado hacia la innovación, sino más bien hacia la excelencia y el pragmatismo. Están dispuestos a usar cualquier metodología si ésta demuestra ser efectiva para esos objetivos y para esos alumnos. No se distinguen especialmente por una u otra metodología, sino por la calidad con que desempeñan cualquiera de ellas. Así, por ejemplo, realizan lectura silenciosa como en muchas escuelas, pero luego los estudiantes deben exponer lo leído, realizar síntesis escritas y debatir sobre los textos. Como en casi todas las escuelas, los docentes hacen preguntas a los alumnos, pero luego se les da tiempo para elaborar sus respuestas; se está abierto a discutir seriamente las ideas y se corrigen asertivamente los errores cometidos. Si se dan tareas, éstas son más que pura ejercitación mecánica: son revisadas y trabajadas en clases y los errores cometidos dan pie para reforzar los aspectos débiles de los alumnos. Prácticamente sobre cualquier metodología de clases se podrían identificar esos pequeños elementos claves que distinguen al trabajo bien hecho.
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