¿Quién dijo que no se puede? Escuelas efectivas en sectores de pobreza

PRIMERA PARTE 3 ÍNDICE Egidio Crotti Representante de Área de Unicef para Argentina, Chile y Uruguay P R E S E N TA C I Ó N iertas características de nuestras sociedades son tan comunes, tan regulares, que nos cuesta imaginar el mundo sin ellas. Generación tras generación hemos crecido conviviendo con algunos de esos fenómenos y tempranamente -nos gustasen o no- aprendimos a apreciar su rigidez, su constancia. De tanto repetirse terminamos considerándolos parte del paisaje; más que cuestiones sociales, se nos aparecen como fenómenos de la naturaleza: «acá las cosas siempre han sido así». Tal es el caso de la desigualdad educativa. Con ciertas ideas ocurre lo contrario: se distancian tanto de lo que hemos visto que no pueden sino ser llamadas utopías. Nos gustan y atraen, nos parecen justas, pueden incluso comprometernos, pero algo en nuestros cálculos nos dice que su probabilidad de ocurrir es cercana a cero. Todo parece organizado y funcionando precisamente para que estas ideas permanezcan en su inofen- sivo estado de ideales. Tal es el caso de «todos los niños y niñas tienen igual derecho a estudiar y aprender, sin importar donde les tocó nacer, y sin importar sus condiciones sociales o sus características personales». Estamos entonces ante un asunto en extremo delicado. El derecho a la educación es medular porque constituye un eje para la satisfacción de los demás derechos humanos, desde la opinión hasta el trabajo, desde la participación hasta la salud. El derecho a la educación es un vector por donde se traza buena parte de nuestras vidas y las de nuestros hijos. Sin una escuela equitativa la pregunta sobre las posibilidades de construir una sociedad justa tiene una sola respuesta: ninguna. En el caso de los niños y niñas pobres, prácticamente todas las posibilidades se juegan en el capital educativo que se logre acumular, sobre todo cuando no se tiene acceso temprano a otras formas de capital económico o social. Chile puede tener un sistema escolar en donde los hijos de los pobres alcancen los más altos resultados de aprendizaje; este es el mensaje que le otorga valor al libro que aquí presentamos. Son muchos los profesores y profesoras que junto a las familias de los niños construyen el camino que hará posible las utopías con las posibilidades. Este libro analiza en detalle el camino de este empeño. Pero este libro no lo publicamos como un ejercicio de autocomplacencia. Conociendo lo que estos profesores hacen, viendo cómo las familias se involucran, constatando cómo los apoyos de la reforma educacional dan frutos en estas comunidades escola- res, Unicef espera que los miembros de la comunidad nacional sean interpelados y se comprometan con el desafío de lograr que cada escuela chilena obtenga los mejores aprendizajes para sus niños y niñas. Finalmente, nuestra confianza en el realismo de la utopía de que cada niño tenga una buena educación se ve fortalecida por las lecciones que surgen de este libro: lo que estas comunidades educativas hacen no son cosas extraordinarias o imposibles, están perfectamente al alcance del conjunto de educadores chilenos. Pero tampoco son fruto del azar o la inercia. Sólo con una política pública decidida, una comunidad nacional comprometida y educadores responsables y competentes, podremos torcerle la mano al fatalismo. C

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