¿Quién dijo que no se puede? Escuelas efectivas en sectores de pobreza

E S C U E L A S E F E C T I V A S E N S E C T O R E S D E P O B R E Z A Escuela Melecia Tocornal 103 168 SEGUNDA PARTE Organización, reglamentos y disciplina La estructura organizacional de la escuela es sencilla: la directora no hace clases, sus labores se orientan a la organización y apoyo de la labor pedagógica, relacionándose con cada uno de los profesores y adjudicándoles algunas tareas específicas además de las labores que cada uno debe cumplir. Ella selecciona los profesores, les asigna las clases, los supervisa, les da apoyo. Una vez al mes, se reúne con todo el equipo para reflexionar sobre el trabajo general de la escuela. A esto se suman reuniones trimestrales para evaluar a todos los niveles, de kínder a 8º básico, en las cuales participan los profesores de cada curso. Como los docentes se especializan en áreas de trabajo, se establecieron equipos de apoyo para cada ciclo. No se cuenta con Unidad Técnico Pedagógica (UTP) u otro personal especializado. Una religiosa hace de orientadora y los niños que lo requieran tienen atención sicológica y educacional especializada en la municipalidad. La escuela cuenta con un centro de padres y apoderados que se dedica fundamentalmente a reunir fondos para costear algunos gastos de manutención de la escuela. La mayoría de los profesores trabaja jornada completa. Además de las horas pedagógicas contratadas, tienen dos horas semanales disponibles para consejo de profesores, sin embargo, el tiempo no les alcanza para preparar las clases en su horario y deben hacerlo en sus casas. La escuela funciona con reglamentos explícitos conocidos por padres, apoderados y alumnos respecto al orden, limpieza, uniforme, insignia, etc. Según la gravedad de la falta, los castigos varían entre anotación en el libro, amonestación verbal, citación del apoderado y suspensión de clases. Los apoderados señalan conocer estas normas y estar de acuerdo con ellas. A pesar de esta formalidad, los castigos casi no se aplican, los problemas de conducta y disciplina se solucionan conversando y buscando acuerdos entre las partes y se logra mantener una disciplina fundada en el respeto y aceptación de las diferencias. Las ocasionales faltas de conducta y de disciplina en alumnos tienen castigos establecidos que, según profesores y alumnos, nunca pasan a mayores: los castigos son quitar décimas para la prueba siguiente, quitar minutos de recreo o anotaciones en el libro o en el cuaderno. En el caso de problemas disciplinarios mayores, se conversa con los padres. No más de dos alumnos por año terminan con matrícula condicional. En estos casos, se solicita al apoderado un apoyo especial para que el niño pueda superar sus problemas de conducta o debe llevárselo a otro colegio en que las normas sean más flexibles. Según la directora, “ esta es una medida que se toma para que los papás tomen la responsabilidad de sus hijos ”. En este contexto, “ portarse mal significa hacer desorden, no hacer las tareas, hacer bulla, gritar, demorarse en presentar los trabajos” , señalan los alumnos. Casi no hay casos de faltas mayores. Respecto a los profesores, si alguno no da los resultados esperados en el plano académico, traspasa los reglamentos, peca de intolerante, impaciente o falta el respeto, converso con él o ella “para que se den cuenta de sus errores y de que se les quiere apoyar. Y mejoran, se superan”, señala la directora. Las normas y reglamentos de la escuela son parte de la conducta habitual aprendida por docentes y alumnos. Cada uno sabe lo que debe hacer y lo hace. A modo de ejemplo, pudimos observar la práctica del uso de patitas (cobertor de género o lana para los zapatos con el objeto de no rayar el piso vitrificado de las salas) por los niños. Al entrar a la sala los alumnos se ponen las patitas y se las sacan al salir a recreo. Esto, que pudiera parecer caótico, se desarrolla en un orden sorprendente. Los niños se forman fuera de sus salas, un alumno encargado trae un canasto plástico con las patitas de todo el curso y se las ponen sin desorden, no hay premura puesto que todos conocen el funcionamiento de los rituales y lo asumen como necesario para mantener el orden, la disciplina y dedicarse de la mejor manera a lo que vienen a hacer al colegio: enseñar y aprender.

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