¿Quién dijo que no se puede? Escuelas efectivas en sectores de pobreza

SEGUNDA PARTE 143 E S C U E L A B Á S I C A F - 3 7 6 C U N C U M É N S A L A M A N CA Trabajo cercano con los apoderados Dentro del proceso de cambios y renovación de las prácticas pedagógicas, se adoptó una política de puertas abiertas en relación a los padres. Anteriormente la relación no era mala, aunque distante. Poco a poco se estrecharon lazos estableciendo roles de participación que no existían, gracias a la idea de hacer parte a los padres del proceso educativo de sus hijos, fomentada por la escuela de anticipación . Hoy los apoderados trabajan en el centro general de padres organizando actividades y eventos para recaudar fondos que permiten comprar materiales y construir infraestructura. Sin embargo, para la escuela la participación fundamental de los padres está en el área educativa: en forma periódica se realizan talleres donde ayudan al profesor a crear material pedagógico, lo apoyan cuidando la sala si debe ausentarse, incluso lo asisten durante la clase en trabajos grupales, con guías de autoaprendizaje, etc. De esta forma, se ha ido alimentando esta preocupación por la educación de sus hijos. “Ahora hay expectativas más altas, antes la preocupación central era tener comida, hoy es tener estudios... eso se necesita para encontrar trabajo y para que sean mejor que uno ”, dice un apoderado. La misma política de perfeccionamiento de los profesores se usó como ejemplo frente a los apoderados, motivándolos a continuar estudiando. Se realizó un proceso de alfabetización y nivelación de estudios básicos y medios a través de un proyecto ministerial. Según la directora, influyó notablemente en la participación de los apoderados: “Antes los padres no se querían acercar a la escuela por miedo a quedar como ignorantes, después de la alfabetización se sintieron más seguros”. También se les integró participativamente a las actividades extraescolares organizadas por la escuela, a los eventos deportivos y noches recreativas y a los talleres inaugurados por la JEC. Con respecto al SIMCE, a comienzos de año los apoderados de 4º y 8º básico se comprometieron a ayudar a sus hijos firmando un documento que pedía apoyarlos en las tareas escolares al menos una hora al día, una vez terminada la jornada escolar. El director evaluaba el rendimiento de los niños y, si aún no había mejoría, volvía a llamar a los padres para reformular el compromiso. Según el director y los docentes, no se trata de castigar a los padres sino de conversar sobre la mejor manera de apoyar al niño. Generando el compromiso de alumnos La escuela fomenta la participación de los alumnos en la evaluación y control de la disciplina al interior del establecimiento. Los niños tienen responsabilidades que antes eran específicamente de los profesores. Esto genera un gran compromiso, porque el deber de cumplir con las normas ya no es sólo frente a la institución y los adultos, sino frente a sus propios pares. Se crean puestos de trabajo donde los alumnos se hacen responsables de ciertas áreas de control. A nivel general, se pone en marcha la brigada de seguridad, entidad compuestas por estudiantes de 5º a 8º básico, encargada de velar por la seguridad interna a la hora del recreo. Los niños uniformados con una chaqueta especial tienen la obligación de llamar la atención a los alumnos que ponen en riesgo la integridad de otros, corriendo muy rápido o empujándose. Si el primer llamado no funciona, deben anotarlos en una lista que luego se entrega al profesor de turno del recreo. En cada curso se instituye mensualmente un jefe de disciplina, quien toma nota de niños con mala conducta; un jefe de aseo exterior, que limpia las áreas exteriores de la sala en la mañana y en la tarde, un jefe de aseo interior, que limpia la sala al finalizar la jornada escolar, y un jefe de presentación personal, que da cuenta de los niños sin uniforme completo y deficiencias en su aseo personal.

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