Ecos de la Revolución Pingüina: avances, debates y silencios en la reforma educacional

V IOLA E SPÍNOLA • J UAN P ABLO C LARO 72 El carácter social de los estándares está dado por su papel de mediado- res entre el nivel macro y el nivel micro, en tanto representan aquello que la sociedad, incluyendo gobierno, técnicos y opinión pública, han consensuado debe ser el desempeño de los actores en las escuelas y las aulas y sobre lo que debe ser el resultado de este desempeño es decir, los aprendizajes y las compe- tencias adquiridas por los estudiantes. Los estándares son mediadores simbó- licos en tanto representan el lenguaje (código) que orienta las acciones de los sostenedores, profesores, directores y jefes técnicos en las escuelas en función de indicadores de aprendizaje, de desempeño y de gestión, orientados al me- joramiento de la calidad de la educación. En otras palabras, los estándares recontextualizan el discurso de la política al tomarlo desde el nivel en que éste se produce (legislación y normativa) y llevarlo al nivel en el que éste es repro- ducido (las prácticas escolares) (Bernstein, 1990). Desde la perspectiva técnica, social y política, resulta crítico resolver de manera adecuada la tensión entre la elaboración de los estándares y el uso que se les va a dar. Un estándar debe tener una validez técnica y una legitimidad social, ya que éste no es sólo un verificador para los evaluadores, es decir, un asunto técnico, sino también es una señal para la sociedad de que las cosas van encami- nadas en el sentido de asegurar la calidad acordada (Moss y Schutz, 2001). En el ámbito educativo, los estándares representan un compromiso social entre el Estado y la ciudadanía respecto a la calidad del servicio, lo cual implica que un estándar requiere contar no sólo con validez técnica sino también con legitimidad social. Desde esta perspectiva, sólo un proceso participativo a nivel nacional y que considere criterios técnicos de relevancia internacional pueden asegurar la legitimidad técnica y social de los estándares. Es así que en la cons- trucción de estándares es necesario conciliar las miradas objetivas y subjetivas de muchos actores, lo cual es un ejercicio que requiere de una alta capacidad de conducción para mantener la cohesión e integración de los distintos puntos de vistas que entran en juego en el proceso de diseño y validación. La clasificación de escuelas La utilidad de clasificar las escuelas en función de distintos indicadores de vulnerabilidad con el objetivo de canalizar recursos complementarios en función de necesidades y apoyo técnico, en relación a la baja capacidad técnica y profesional, resultan innegables. El antecedente de la clasificación de cole- gios es la focalización de recursos para efectos de discriminación positiva con propósitos de equidad utilizada en programas como el P-900, los liceos prio- ritarios, y otros programas dirigidos a compensar las desventajas de escuelas y alumnos vulnerables. También es el objetivo último de la clasificación que introduce la ley SEP. La novedad de la clasificación propuesta por el proyecto

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