Ecos de la Revolución Pingüina: avances, debates y silencios en la reforma educacional

L A S ELECCIÓN E SCOLAR 341 Con todo, los críticos como Atria (2009) aducen que la capacidad de los colegios de seleccionar introduce un obstáculo para el ejercicio de la libertad de elección de la que constitucionalmente gozarían los padres, con lo que se termina por favorecer, primordialmente, a los proveedores y no a los usuarios. Son los primeros los que definen criterios particulares de admisión y en su gran mayoría cobran aranceles, limitando las libertades de algunas familias e incrementando las de otras (Hsieh y Urquiola, 2006). Quienes pueden elegir escuela son, en desproporcionada mayoría, los que tienen mayores ingresos y mejor educación que los que no eligen, lo que genera, a decir de Elacqua, Scheider y Buckley (2006), que la competencia favorezca a las familias de ingresos medios y altos. Si el bien que interesara defender por sobre otros fuera el derecho de las familias a suscribir un proyecto con determinadas características, junto con impedir la admisión selectiva por capacidad de pago o razones ideológicas, se debieran subsanar todas las posibles distorsiones que afectan la libertad de optar, como por ejemplo, lo oneroso que resulta el desplazamiento a un colegio que queda en otra área de la ciudad, por la vía de subvencionar el transporte escolar (OCDE, 1994). También se debieran poner más esfuerzos en disminuir la asimetría de información, entregando a la opinión pública información contextualizada y completa sobre el desempeño de las escuelas, cuidando que dicha medida no afecte la diversidad curricular y de estilo pe- dagógico. Al aislar del análisis la selección por capacidad de pago de aquella que apela a una comunidad de valores, emerge más nítidamente la noción de li- bertad de enseñanza en su versión de pluralismo ideológico y de participa- ción de la sociedad civil en la provisión educacional. Se señala que los padres ejercen la libertad de elegir establecimientos autónomos y fieles a una misión característica que, a su vez, exige el alineamiento de alumnos y familias con el fin de producir un mejor proceso formativo (Triguero, 2007). La arrolladora evidencia empírica a favor de la descentralización pedagógica y de la sinto- nía entre padres y colegio para efectos del bienestar del estudiantes (OCDE, 1997) podría otorgarle peso al razonamiento anterior, de no ser porque las prácticas de selección poco o nada tienen que ver, lógica o empíricamente, con la participación o con la descentralización de las decisiones pedagógicas, sino que cumplen la función de reafirmar la autoridad del establecimiento por sobre la de las familias. Por otro lado, aun sin el ingrediente participativo, quienes defienden la capacidad de seleccionar como un elemento consustancial a la preservación de la libertad de enseñanza, podrían estar haciendo eco de una demanda presente en parte de la ciudadanía que valora la existencia de comunidades con cierta

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