Ecos de la Revolución Pingüina: avances, debates y silencios en la reforma educacional
F ORMACIÓN I NICIAL D OCENTE EN C HILE : C ALIDAD Y P OLÍTICAS 267 y de buenas condiciones de trabajo, incluyendo las remuneraciones (Wayne, 2002; Wang et al ., 2003; OECD, 2005; Ingersoll, 2007). Entendemos que en Chile, ni lo uno ni lo otro está asegurado. Es decir, ni entran los mejores egre- sados de la educación media a las carreras docentes ni se cuenta con condicio- nes de trabajo capaces de atraer a quienes podrían tener mejores condiciones laborales en otras profesiones (Valenzuela, 2008). Por tanto, aunque es necesa- rio considerar los modos mediante los cuales pueden atraerse mejores futuros profesores a las instituciones formadoras, es necesario centrarse en la calidad de los procesos de formación al interior de las instituciones formadoras y la relación de éstos con los marcos de política más amplios. Esto, en el supuesto que una mejor formación contribuirá a elevar el estatus social de los profesores y atraer a mejores candidatos. En lo que respecta a calidad de los procesos de formación, los indicadores que provienen de investigaciones sobre el tema y de orientaciones para la políti- ca de formación docente, sugieren un panorama en que se entretejen varios ele- mentos: visión compartida del cuerpo de formadores en torno a los logros es- perados, altos niveles de rigor y desafío académico, equilibrio razonable entre lo que se espera como logros de conocimiento general, disciplinario y pedagógico, además de un “espacio vital apropiado” es decir, de recursos de enseñanza, in- formática y de conexiones entre enseñanza e investigación (Zeichner y Conklin, 2005). Dicho de otro modo, lo que distingue un programa de formación de otro, es la calidad de sus formadores, el tipo de oportunidades curriculares ofre- cidas, las estrategias y las demandas de aprendizaje docente, como también la relación entre la evaluación de logros y los estándares o competencias docentes que el sistema educacional espera que alcance cada futuro profesor. A la luz de lo anterior, cabe examinar entonces cuánto y hasta qué punto los programas de formación docente inicial en Chile responden a los paráme- tros indicados. Los avances y los nudos críticos El mayor esfuerzo por mejorar la calidad de los procesos de formación como efecto de políticas públicas fue el programa de Fortalecimiento de la Formación Inicial Docente (FFID) que se desarrolló entre 1998 y 2002. El programa benefició a 14 universidades con apoyo público y a 3 universidades privadas, cubriendo en ese momento a 80% de los inscritos en carreras de pedagogía. El programa excluyó a los Institutos Profesionales. El aporte total de $11 mil millones (moneda 1998) se utilizó para la actualización y mejora- miento de la capacidad académica y profesional de los profesores formadores, para la revisión curricular incluyendo instalación de prácticas progresivas, y para el mejoramiento de la infraestructura y de los recursos informáticos
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