Ecos de la Revolución Pingüina: avances, debates y silencios en la reforma educacional
H ARALD B EYER • C AROLINA V ELASCO 212 establecimientos públicos no reciben financiamiento compartido como sí lo hacen una gran mayoría de los establecimientos particulares subvencionados. Si se acepta que hay economías de escala en la provisión de educación al nivel de la escuela, sería eficiente –en el sentido económico– agotarlas de modo de minimizar el costo para la ciudadanía de proveer educación para un conjunto de estándares de desempeño previamente definidos. Para asegurar que ello se produzca la subvención debería fijarse en un valor que minimizara ese costo medio (es razonable pensar que esas economías se agotan después que el esta- blecimiento alcanza un cierto tamaño y que ellas no siguen presente cuando éste es muy grande. Es probable que una escuela, liceo o colegio demasiado grande presenten más bien deseconomías de escala). Si las autoridades fijan ese valor, los establecimientos, en la medida que se les exija el estándar definido y apropiado para ese valor, deberían querer funcionar con el número de alum- nos que es compatible con esa minimización de costos. En caso contrario, no financiarían sus operaciones. Sin embargo, el financiamiento compartido per- mite operar a los establecimientos particulares subvencionados con un tamaño inferior financiándose la diferencia entre el costo medio y la subvención jus- tamente con el financiamiento compartido. Nótese que en ese esquema el fi- nanciamiento compartido no se traduce en mejoras en los desempeños. En los últimos años es interesante comprobar que no sólo ha habido un aumento en la matrícula que asiste a establecimientos particulares subvencionados sino que también el número de éstos ha crecido mucho más rápido que la matrícula. El equilibrio en esta industria podría, entonces, no ser particularmente eficiente. Pero, además, podría argumentarse que se genera una suerte de externalidad negativa sobre los establecimientos públicos, porque un número de estableci- mientos particulares subvencionados mayor al eficiente hace más probable que el establecimiento público termine con menos alumnos. Y en su caso, como no cobra financiamiento compartido, ello se traduce en un déficit. Pero la idea de que una mayor presencia de establecimientos particulares subvencionados hace más probable la partida de una familia de la educación pública no resul- ta del todo convincente. Probablemente una familia elige entre la educación pública y la particular subvencionada en una primera etapa y luego el estable- cimiento específico, pero es un asunto que requiere más estudio. Pero persiste la ineficiencia. ¿Cómo se resuelve? Es tentador intentar controlar la cantidad mínima de estudiantes en un establecimiento. Algo de ello hacen países como Holanda, donde las familias que organizan un establecimiento tienen que ase- gurar una presencia mínima de alumnos después de cinco años. Pero es una solución que puede terminar siendo mucho más costosa socialmente, sobre todo porque puede abrir la puerta a actuaciones discrecionales de las autori- dades y a un intenso lobby para autorizar o desechar establecimientos. Es más
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